Escritor, cineasta, actor, director, formador

Chulla Vida

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Una familia se acerca. Es una pareja con su hijo. El pibe no tiene más de quince años, parece desgobernado. Me habla fuerte pero no logra enfocarme. Su padre me mira de un modo que suelo reconocer. Cierta complicidad. Yo los miro a los tres. El pibe tiene mi libro en su mano. Se mueve eléctricamente. Antes de sacar cualquier conclusión el padre dice «nuestro hijo está muy contento y quiere saludarte». El pibe está al lado mío y no puede mirarme porque todo su cuerpo se mueve. Le busco los ojos y su padre me explica en voz alta: «Nuestro hijo es autista y quiere que le firmes el libro». Yo busco al pibe y le toco el hombro. Mi hija, también es autista, le digo. Se lo digo con un orgullo verdadero y rápido le pregunto. ¿Que te pareció la obra? Me gustó todo. Todo-todo-todo repite en voz alta. Habla 

enfocando a muchos lugares alrededor mío. Cuando el padre nos saca la foto yo estoy en el lugar que tenía que estar en mi única vida.

Estoy sentado en una mesa a la salida del teatro San Gabriel. El lugar tenía dos cajas de mi libro «mi amigo del aire». Estoy aquí sentado porque David viene insistiendo en que yo regrese a Quito y esta vez el movió su centro y lo ha logrado. La función de Viejos ha terminado y yo he vuelto después de muchos años a llenar un teatro de 700 lugares. La primera vez que hice eso también fue en esta ciudad y con los seres que aquí nacen o eligen vivir. Esta vez se parece mucho a la primera porque morí en la pandemia y esto me hace sentirme renacido. Como si hubiera recuperado mi propia vida.

El volcán Cotopaxi

Estoy andando por un camino de tierra yendo al auditorio detrás de la alcaldía y veo en la calle un escenario y la prueba de sonido. Desde que llegué a la isla he visto cosas que suceden en la película Avatar 2. Esto es parte del mundo real. Entro al auditorio y el sonido de un saxo me impide comunicarme a dos metros. El acto político sucederá, aunque no esta planeado, dentro del auditorio. Los que eligieron ir a verme estarán sin quererlo escuchando la banda de musica cubana del acto de cierre de campaña de la alcaldesa. Me siento delante de un aire acondicionado y pienso. No se me ocurre nada. Daniel toma el teléfono y habla con el jefe de campaña, si ellos no bajan el volumen durante una hora los que compraron entradas no podrán ver ni sentir más que desconforto. El jefe de campaña explica que ellos bajaran el volumen te de siete a ocho para no interrumpir la misa. Daniel le explica entonces que el teatro es como una misa. Yo no sé si el tipo se ríe o que, yo pienso que es verdad, la misa y el teatro pierden día a día sus seguidores. Daniel insiste diciendo que es apenas media hora más. El espectáculo comienza siete y media, si los políticos respetan la misa tendré media hora de silencio para trabajar.

Daniel me dice que se quedará en la puerta para tratar que bajen el sonido después de ese momento. La gente entra y yo estoy detrás de la cortina entonces pienso. ¿Qué puedo hacer? ¿Quejarme? ¿Protestar? ¿Suspender la función por falta de condiciones? Mientras el sonido de afuera me interrumpe yo decido serenamente tratar de hacer sin confrontación lo que elegí hacer un mi única vida.  El espectáculo comienza delante de casi 100 isleños y unos turistas. A veces en mi trabajo entro tan profundamente que me voy del mundo. Solo a minutos del final siento que la música de afuera me interrumpe. El espectáculo termina, cierro los ojos un minuto y vuelvo a verme en el fondo del mar. Nadando con tiburones. Algo que solo no tiene consecuencias negativas en las islas Galapagos. La gente se acerca a saludarme. He estado hace días en un encuentro potente con la naturaleza. Ayer  una tortuga gigante  ha trabado el camino con el que andábamos en bicicleta. Daniel me pone la mano en el hombro y me explica. Justo cuando terminó la misa, se largo a llover torrencialmente y todos se fueron a sus casas. El espectáculo sucedió por ese milagro. La naturaleza. Como no alegrarse de mi única vida.

Los jóvenes que se acercan no son jóvenes, son una familia traída de un comic. Los niños tienen el pelo rebelde del contacto con el mar. El padre me nombra y recuerda que hace más de veinte años estuve en su casa, en otra isla de Galápagos y le regalé mi cd de cuentos. Lo gastamos. Lo escuchamos hasta el cansancio. Con mis hermanos nos aprendimos todos los cuentos de memoria. Había uno sobre todo que lo representábamos entre nosotros. ¿Cuál? Entonces actúa “si no pasas la pelota, no

te mandamos el bote”. El toro de los Arrayanes es el que más nos gustaba a todos. Yo lo abrazo y pienso en algunas cosas que siempre se juzgaron sin sentido que he hecho en mi vida. Ahora la veo. Durante veinte años una familia en una isla perdida del pacifico escuchaba mi voz contando historias y se alegraban. Vienen a mí esta vez con sus hijos para cerrar un círculo que no se cerrará nunca porque yo acabo de abrirlo en esta historia nuevamente y es posible que al leerla sea tuya.

Toco el timbre de la casa donde una historia comenzó hace más de veinte años. Es la casa de Valdez. Son los mismos sillones donde me reí con mi amigo del aire. Desde que me sacaron el libro de las manos  voy encontrando algunas personas que se me acercan a comentarme lo que sienten con la lectura.  Mi quiropracta por ejemplo. Mientras me hace sonar la espalda me dice, en un castellano imposible, que el libro lo evoca y le dice cosas muy profundas. Tal vez en este centro el libro tenga más potencia que en otros lugares. La historia sucede en Quito. Al despedirme la mamá de Valdez se acerca y me dice traeme una caja, yo se los vendo a mis amigas. Al pisar la calle y ver la ciudad me tienta salir volando.

Hace una semana que terminé el trabajo y estoy en Quito apenas para estar con mis amigos. Santiago recuerda los momentos que caminábamos por la Amazonas después de mis presentaciones. La alegría de ser jóvenes y tener para un sanduche. La ciudad sin carros. La contundencia a la hora de reírse, la imposibilidad de cansarse. Los recuerdos que vuelven vuelven vuelven vuelven y vuelven. Esto que somos. Mientras caminamos por el centro histórico Nelson evoca el primer momento en que nos vimos y esa extraña coincidencia. Qué posibilidad había que alguien  sepa la formación de Banfield del año 2000 y que conozca a Garrafa. El Gato me espera en La Vicentina, está igual que siempre anudado a sus tambores. Rosi y Amanda observan la niebla de Guapulo. Entonces El Gato les pide que cierren los ojos y hace música para nosotros. Amanda se duerme. Se le ha ido el mareo. El teleférico se queda parado en el medio de su recorrido Isabel se ríe. Un rato después estaremos sentados en la mesa de sus padre. Diego y Eulalia tienen la misma mesa. Una mesa que me conoce de La Paz, y de San José. Una mesa que me ha albergado a lo largo de este continente. Esta familia tiene forma de continente. Nos conocemos hace 30 años.

Isa recuerda el momento en que me vio por primera vez. Mira a Amanda y dice “ Tu padre…”.  Eulalia y Diego pueden decirle también “ Cuando tu hermana era bebé..:” Es que la primer casa que durmió Violeta al salir de Brasil con seis meses fue la casa de ellos en San José de Costa Rica. Corrijo. No durmió. Gritaba y despertaba a todos. Ahora el tiempo ha traído respuestas. La bebé no gritaba por capricho, la niña al igual que muchos seres neurodivergentes no entendía el mundo y le asustaba.  Chulla vida. Tal vez yo sea un autista más, es muy posible. Chulla vida. El mundo es un sinsentido a cada rato. Pero si estoy en la casa de los Iturralde la vida es chulla. Es la mejor vida. Porque somos lo que somos. Si estoy con mis amigos en Quito, si estoy con mi trabajo, si camino recordando los lugares donde he vivido, donde he sido feliz, donde he estado con otros la vida es chulla.
La palabra Chulla es una voz quechua,  algunos lo traducen como impar, como una parte de algo. La chulla vida puede que sea una de las vidas posibles que podemos tener. Pero inevitablemente chulla vida se refiere a la vida que hemos elegido, a la única. Aquella por la que debemos elegir bien. Estoy terminando mi estancia en Quito. Comenzó el año. Elegí y me eligieron. Chulla vida.

20 comentarios

  1. Te esperaba la vida ¡¡¡¡ Cuanta luz!!! Gracias Maestro por entibiarnos el alma desde lejos. Abrazo de roper los huesos. Hasta siempre.

  2. Emocionante! Por la chulla vida para todxs! Y cuanta gratitud a la naturaleza que nos recuerda siempre volver al centro del corazon!

  3. Qué hermosas historias, anécdotas, vivencias, y saber que después de la pandemia, la vida sigue!!!
    Que haya más giras, presentaciones, viajes!

  4. Chulla vida! hermano.
    Pienso que somos hermanos porque los dos vivimos una sola vida. Te vi por primera vez en el pueblo minero de Santa Eulalia, Chihuahua México. «Mira Raúl, el es Sergio Mercurio, el titiritero argentino» nos presentó Alejandro Chávez. Después nos encontramos en Argentina.
    También creo que somos hermanos, porque me considero un autista de nacimiento y eso me llena de orgullo.

    Te mandé un correo, espero tu respuesta. Abrazos.

  5. Chulla vida amigo! Ojalá que todos y todas nos encontremos con nuestra chulla vida, personal y colectivamente. No estamos en tiempos en los que se me vislumbre muy factible esa construcción, pero viendo así, en este relato como se tejen vínculos que se renuevan apenas re-encontrarse porque de verdad eran vínculos, me hace un poco de ilusión en nuestra especie. Siempre dicen que con un solo caso se puede probar la posibilidad de que algo exista… Habrá que ir «chullando» por ahí, con ahínco y esperanza.

  6. Para qué vivimos ‘? Cuál es el sentido de la vida ? Sabemos que todo es una ilusión y si hay algo de realidad será el chispazo que se pierde en el espacio, un instante, sólo un instante. Aprovechar esa pequeñez no es fácil, muchas opciones y poco tiempo. Entonces elegir, decidir, cambiar, nuevamente decidir pareciera demasiada estantería para la mercadería que tenemos, pero si a la vuelta de una esquina nos encontramos que te han elegido por lo que elegiste te ganaste la felicidad buscada con mucho esfuerzo, esa Chulla vida que todos buscamos. Me quedé con el final del relato eso se llama empezar mal, no importa lo he leído me ha gustado, lo he disfrutado con la tranquilidad de mi tiempo, eso también hace a una Chulla vida. Abrazo.

  7. El tema de elegir la vida que has querido elegir es un gran tema literario, de hecho las historias de los héroes legendarios. Las cuatro historias tienen ese encanto del asombro y de estar viviéndolo, como dejarnos pispear en el diario de un escritor que está viviendo los grandes momentos de su vida. Todo final que es categórico invita a la reflexión y al silencio, como ese : como si hubiera recuperado mi propia vida. O : cómo no alegrarse de mi única vida. O: Y ese otro ante final: Aquella por la que debemos elegir bien. Un gran tema, el tema de la vida de todos, porque nos representa, me representa (y cómo).

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