Escritor, cineasta, actor, director, formador

¿Cuál Llallagua?

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Ese camión que da vuelta me tiene podrido. Ya le dijeron que la mina cerró. Se lo dijeron rápido como para no explicar que lo cerro aquí es el tiempo. Se terminó el siglo XXI. Lo que aquí se acabó no continúa más allá. De todos modos por el aspecto, parecía minero. Antiguo minero. Sí, sabe. Entonces, ¿para qué se empeña en encontrarla? No hay minas ni mineros, los reubicados están perdidos, se cuelgan a las botellas como bebes a eso. Lentamente salí del pasto de la plaza, me le crucé al camión y me hice el dormido. En medio de la calle. El tipo no es de acá, si no hubiera hecho algo mejor que tocarme bocina. Todos escucharon el claxón y se apersonaron. “Retroceda y salga por la otra esquina” le dijeron. El tipo no es de acá porque inisistió con la bocina como si yo no la hubiera escuchado. Tocó e hizo como que ponía primera y aceleraba en seco. En vano, porque no iba a moverme. Y no me moví. En general la gente de acá sabe que si me pongo bravo hago eso. Me atravieso en la calle y hasta que no retroceden y se van no me muevo. Si el tipo retrocede una cosa le lleva a la otra y no le va a quedar más que salir del pueblo. Es así. Todos lo saben. todos los del pueblo lo saben.

Retroceder fue irse. En cambio este tipo no es de acá. Doña Honorata está  con la cabeza de lado y con su sobrina en la esquina, mira y se ríe. Me mira y se ríe. Sabe que no me voy a mover hasta que el camión se vaya. Lo hice una vez y alcanzó para que sepan hasta donde llego. Lo hice en la huelga del cincuenta y lo vuelvo a hacer hoy porque si nadie puede hacer más nada, yo puedo. Solo que esto es lo último que puedo hacer. Estoy acostado en la calle. Empieza a llegar el gentío. Primero las guaguas que me miran y se ríen. Los otros me saludan con la mano. A algunos no los conozco, igual no hago ninguna cara. La gente tiene la mala costumbre de acordarse de uno cuando uno muestra un límite. Es difícil que alguien te venga  a saludar porque sí, por cortesía. Te atienden porque te les has cruzado en su camino, porque los has sorprendido. No sé si hay un límite para las cosas. Ni siquiera sé si a último momento no intentaría moverme. Un camión de esa envergadura puede aplastarme. Tengo los años suficientes para morirme acá por esta excusa. Es probable que el tipo se baje ahora. Sabía. Lo sabía. Se paró y se va a acercar como para que me vaya. Va a empezar hablando y va a terminar pegando. No es de acá. Y no le conviene.

“Si lo toca, se arma” fue la voz de una casera, “no lo toque al negrito porque se arma”, “si el negrito se acuesta en la calle, la calle se queda así” “¿Me entiende?”. No reconozco esa voz. El tipo no entiende. Nadie entiende nada en el mundo de los vivos. Los muertos son más accesibles en todos los sentidos. A 4000 metros y en soledad solo se puede confiar en muertos y fantasmas. ¿Qué me llevó a hacer esto? No lo sé. Las grandes decisiones se toman porque sí. La cosa es que me voy a quedar así, porque sí, hasta que este camión se vaya o me aplaste. El tipo me habla de nuevo, yo no lo veo, no quiero prestarle atención. Mirar a los ojos a una persona es hablar. Y las palabras nunca suman para quien tiene la mirada más fuerte… Por eso no miro. En el fondo mi valentía se nutre de actos, de vergüenza, de cansancio. No quiero que ningún camión más vaya a la mina a descubrir el silencio. El pueblo se muere cada vez menos si eso se olvida y  si hace frío. Esta debe ser la hora en que todos se esconden para comer y los otros se dejan ver, para tomar. El camionero me va a patear. Lo van a matar a piedrazos si lo hace. Como no lo miro, ni nada, va a buscar algo. Escucho como cierra la puerta del camión y ahora vuelve. Me están mirando, desde el bar  de Don Pacsi, los que no hicieron nada vuelven a lo mismo. Mirar. También salió el padre Augusto y además de eso, están cerca los hijos de Choque y algunos más . No sé con qué bajó, pero tiene algo en la mano. Le acaban de gritar “huevón”. El camionero no es de este pueblo y es la primera vez que viene. Va a pegarme. Lo sé. Alguien dijo “cojudo”. Soy un cobarde, no puedo mirarlo, estoy pensando en otra cosa cuando el palo me toca como empujando. No he vuelto la cabeza. Ya percibo mejor el mundo. Gracias al miedo. No. No es. Estoy escuchando alguien que llega a caballo. Es Don Condori. Siempre llega a esta hora. Realmente, entre

morir de viejo y morir a las siete y treinta por una actitud cojuda como ésta, prefiero morir así. En todos lados aparece un forastero. Acá también. El prototipo es el mismo. No sé si es un relocalizado para el caso, es lo mismo. No me atrevo a mirarlo porque el miedo ahora se fue pero puede aparecer. Si yo descubro que es capaz de lastimarme, me lastima. Me lastimo. Por eso se huelen las cosas. Se huelen para no mirarlas. Nunca pensé tanto en mi vida, ya valió la pena la cojudez esta. Estar podrido, tirado en el pasto. Podrido de todo. No me vengan. No me vengan que ladro. No me vengan. No me voy a mover hasta que esta catramina se mueva de esta plaza y se vaya con sus formularios en blanco, con la pregunta sin respuesta. No quiero que nadie más venga a este pueblo a preguntar dónde está la mina.  La mina no está. Este pueblo se ha vuelto la fantasía de la muerte de un fantasma algo inconcluso. Quedamos tres tipos de personas Los que duermen para no morir, los que descansan para durar y los que no pueden dormir y van a lo de Pacsi. Yo soy los tres y además me voy a morir en la calle de este pueblo. Me voy a morir. Si vuelvo la cabeza le voy a gruñir y le voy a arrancar una pierna. Cara con Diablo. Que grite todo lo que quiera y que diga que este pueblo es una mierda. La verdad no está en juego. Lo que está en juego es la calle. Yo no me muevo, qué se suba a su camión y que se vaya. Con sus dos piernas o no, me da lo mismo Me va a buscar la mirada, voy a tener que mirarlo. Bienvenida la furia. Es justo a este punto donde quería llegar, quería llegar a saber que hago acá tirado en la calle como un perro. El Padre Augusto va a intervenir y no conviene que nadie se meta. No quiero que nadie se meta. No quiero que nadie se meta. Que nadie se meta. Ocúltense en sus manos. Dos tipos de seres serenos se han acabado. Ocúltense en sus. manos. Me está doliendo. Ya está. Ahora no pienso más.

2 comentarios

Se agradece compartir

La Herencia

“Toda la plata que hizo mi padre mientras yo era un niño y no me prestaba atención la voy a liquidar esta noche en el

Seguir leyendo »
Escritura
Sergio Mercurio

La Vacas Gordas

Leni contaba chistes, tenía una cara siempre alegre y sabía de memoria no sé cuantos chistes, le dedicaban un momento especial solo para él y

Seguir leyendo »

Mañana

-Señor yo me siento mal, sufro, pero vivir es una maravilla. -¿Usted es usted mismo? – No entiendo, discúlpeme -Me refiero a si usted es

Seguir leyendo »