Escritor, cineasta, actor, director, formador

El Milagro del Guanaco

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Los guanacos son para los sudamericanos animales que escupen. Para los centroamericanos son los salvadoreños. La génesis del apodo no remite en ningún caso a escupidas, aunque las hagan. A ellos les gusta pronunciar la ese como una jota.

Ji.

Comencé a conocer el paisito hace más de 20 años. Desde casi siempre me sentí parte de ellos. De vez en cuando me escupen algo que me emociona, creen algunos que merezco volver a encontrarlos siempre. Creo lo mismo. De hecho también soy un guanaco, de los que escupen letras.

guanaco

Los tres están en una fila inmensa. Vos nos marcaste la infancia. Son jóvenes, aun jóvenes. Tienen, cada uno, mi libro en sus manos y me cuentan que son parte de los que me vieron en el Champagnat. Les señalo a alguien que me esta esperando y también estuvo allí. Riqui es el único de su grupo que no emigró y en cada venida, año a año, me espera. Son de los que, como Javier, me vieron en esa escuela pero hacen lo posible para verme de nuevo, me van a ver a Brasil, o mandan a sus padres para que compren mi libro y se lo envíen a Canada. En ese grupo estaba Felipe, el hijo de Miguel quien una noche me dio miedo. Entre el público alguien tenía puesto un barbijo, eso que los jalvadoreños llaman mascarilla.

El Santo Oscar Arnulfo Romero

Era una época que nadie imaginaba que eso sería lo más común del mundo por tres años. El hombre oculto debajo de un gorro y con barbijo me esperó en el hall de entrada con la mascarilla, aun puesta. Ahí me enteré que el cáncer lo había cercado, como lo había cercado, antes, Romero para dejarlo para siempre del lado de los campesinos y los pobres. Miguel Cavada Diez, que había elegido cada mañana lo mismo que el santo, esa noche me había elegido a mí. Vine a verte porque hacerlo, intuía, iba a tener muchos más efectos positivos que la quimioterapia. Y los ha tenido. Esa noche nos abrazamos. Unos meses después el teólogo se fue y al hacerlo vino a mi memoria la claridad de sus ojos. Recuerdo esto mientras los tres se sacan una foto

conmigo y les señalo a Riqui. Es mucho más grande que nosotros. Debe tener más de treinta. Por primera vez pienso en la edad de estos. ¿Cuántos años tienen estos cipotes? A nosotros aun no se nos borra el día que viniste a nuestra escuela. Éramos un grupo que entró a último momento. El director tenía una cabeza distinta y por eso mismo permitió que los niños de nueve años fueran a ver el espectáculo que era para más de catorce. Todavía me acuerdo cuando Bobi salió del escenario y se apoyó en la pared a pensar. Ellos hacen el gesto que tal vez Bobi hizo veintiun años atrás y ríen a carcajadas. Antes de irme me informan que soy parte de su vida, lo dicen sin saber que yo siento lo mismo por ellos y por un montón de estos guanacos.


Cuadro de Paco Hidalgo

Un joven mueve su cabeza como un títere mal manipulado. Verme le ha hecho estragos. Buenos estragos. Insiste en que se ha salvado. Que ahora si va a poder. Es escritor de El Faro. Me asegura que se había perdido. Que no encontraba razón para seguir haciendo su trabajo. No podía escribir. Me habla y me abraza por partes iguales. Siente que verme le ha hecho recuperar su alma, lo contactó nuevamente con su vida. Que ha llorado tanto como reído. Que esa igualdad es la única justicia. A mi me gustaría

decirle que lo que él hace conmigo me produce el mismo efecto. Que mientras habla, y me obliga a seguir su cabeza desgobernada los descorazonados que entraron a la casa de mi madre a robarle y maltratarla dejan de opacar mi existencia por un rato.


Quien me habla no puede dejar de pronunciar la zeta. Tampoco puede parar de sonreír, aun cuando llora. Es parte de un grupo de jóvenes que me vieron por vez primera en el 2013, cuando estrené Viejos de mi… en este teatro. Son los jóvenes que como los del 2002 aun me recuerdan y me eligen. Él se ha quedado para lo último. Justo antes otro muchacho me dice que la otra vez que vino era tan joven que no tenía plata. Que por eso se hizo firmar el programa de Viejos de mi… pero que ahora, ahora se va a llevar el libro que la otra vez no pudo. Una vez que se lleva el libro se arrincona con Larisa, quien vino con él y que ésta vez me ha ayudado en todas las presentaciones de Viejos arriba del escenario. Para mí, Viejoz de mi es la obra más bella que he vizto en toda mi vida. La ziento muy viva en mi memoria.

El momento en que aparezen los carteles colgadoz para que Juanito no ze pierda en zu propia caza me pareze lo más bello que he vizto en mi vida. Ahí este muchacho llora a toda risa mientras me abraza. Viejos de mi… ez lo máz lindo que vi en mi vida. Repite. Lo máz bello. Lo miro y pienso que lo que este joven me está

diciendo es lo más lindo que he escuchado.

Juanito y Juarez en VIEJOS DE MI…

Es la última función. Las caras se repiten, Magda tuvo que llegar a la butaca con asistencia y pidió por favor que no la suba al escenario. Con eso afirma que si la llamo intentará hacerlo. En el público no solo hay personas que conozco desde hace 20 años. Hay quien ha venido a verme dos veces en este fin de semana. He visto a algunos que vienen con otros pero también he visto a algunos que están sentados solos. En la última presentación, el profesor elige a alguien del público que al sentirse elegido no puede contener que su mano tiemble. Se sienta en la silla y debajo de una boina espera algo que no sabe. Yo no sé que está cumpliendo un sueño. Ante la primer pregunta responde que está en paz. Lo hace en paz. Parece verdad. El profesor entonces lo indaga. Es un artista plástico. El profesor le pregunta cual es su mejor obra y el afirma que su mejor obra es la que hace en el momento que la hace. Es una forma de decir que el presente es un presente. Que el único regalo es la vida. Lo que sucede en el escenario me emociona y debo controlarme para no largarme a llorar desconsoladamente. Termino mi última presentación emocionado. En la primera fila un hombre con parkinson llora en silencio, a su lado una muchacha le seca las lágrimas con la mano.

Al salir a la despedida, Paco me espera. Quiere que vaya a cenar con él al otro día. Hace muchos, pero muchos años, acompaño tu trabajo. Hoy cumplí un sueño.

He llegado a este país como otras veces, en este caso totalmente destruido por lo que le sucedió a mi madre, pero como otras veces El Salvador me ha salvado.

Dibujo que le hizo el profesor a Paco


Mientras me prepara el desayuno que más me gusta advierto que yo tengo la edad que el tenía cuando nos conocimos. Con Roby somos dos viejos, amigos. Y la amistad es lo que dice ETIENNE, ser uno mismo delante de otro. Él y Naara preparan mi despedida en su acogedora casa, yo invito a amigos que alguna vez fueron público, entre todos jugamos un juego de mesa, planeamos un partido de futbol, una salida a la playa y comemos pupusas. Los que están allí son parte de un grupo de camélidos que conocen de punta a punta mi trabajo. Han visto todas mis obras, las reconocen y diferencian como pocas personas del continente lo han hecho. ¿Serán estos guanacos los que saben realmente lo que en un teatro he hecho? Recuerdan de memoria textos, y los repiten.

Han subido al escenario y me han acompañado en diferentes ocasiones. Ricardo se jacta de que cada vez que he venido ha ido a verme al menos dos veces cada temporada. Que bailó el tango en Viejos de mi… Mientras ríe afirma que yo también, como Gonzales, soy mágico. Al Caballo le gusta decir que cuando le dijo a la abuela que trabajaba en la policía, ella afirmó que entonces no hacía nada. Roby repite una y otra vez que la abuela descubrió que su primo trabajaba en un banco. Javier me insiste que solo yo le puedo decir vikingo, ahí prefiere recordar que Bobi se enoja como salvadoreño. Naara me llama poeta y me sonrojo ocultándolo.

El mágico Gonzales con el Diego


El restaurant esta tomado por sus pinturas. Este cuadro se lo dedique a él, a la vida que pasamos juntos. Se llama explosión de colores. En la foto Rosi mira la cámara, yo elijo besarla. Luego del recorrido nos sentamos. Mi pareja te amaba. Yo lo acompañaba a verte, él era critico de teatro. Eramos tus fans y él dejaba traslucir lo que te admiraba en sus escritos. Mientras él me habla, del otro lado de la mesa Sofí cuenta como se han conocido. Enviudamos al mismo tiempo. Estaba por casarme con Gabriel justo cuando el Covid me lo llevó. Paco enviudó al mismo tiempo. Nosotros conocemos el dolor del ser amado. El amaba a Héctor tanto como yo amé a Gabriel, ellos son una parte bella de nuestra historia. Nuestro amor no oculta eso. Mientras Sofi habla, la certeza de que amar no tiene sexo, no tiene género, no tiene edad, no tiene tiempo se afirma en mi alma. Me digo: El dolor de los descorazonados que maltrataron a mi madre no podrá opacar todo el amor que pondré en juego.

Rosi y yo

Sofi agrega que se siente una persona dura. El espectáculo me hizo llorar en dos ocasiones. La primera vez que lloré, fue con Simona. El parkinson es nuestro día a día. Ver la anciana tratando de ocultarlo de la misma forma que Paco lo hace nos hizo reír y llorar al mismo tiempo. Lo que estoy escuchando es algo muy raro. Es muy raro que alguien me hablé de esa escena. Es más fácil recordar los momentos alegres de mi obra. Apenas dos veces alguien me habló emocionado de esta escena. Las pastillas y las consecuencias para el Parkinson son nuestro día a día. Vernos retratados nos hizo reír. Después la emoción nos desbordó. Yo tenía el sueño, me dice Paco, de subir a las tablas. La primera vez fue un fiasco. Esta vez el profesor me hizo cumplir el sueño. Algunas personas que me encontraron después me preguntaron si estaba combinado. Me hiciste feliz, Sergio. En ese momento yo sé que puedo volver a mi país y a mi madre y dejar de atrás estos guanacos



Rezo

Estos guanacos de mierda. Estos, mis mierdas. Mis queridos mierdas como yo. Mis muy yo. Estos mí mismo. Mis guanacos. Mi yo guanaco. Camelido tonto. Caminador esforzado y explotado para hacer un trabajo invalorado. Escupidor de letras. Incansable provinciano de un centro de esta América nada. De esta America mierda. Resentido. Estos nosotros que nunca encontramos el camino y se nos nota. No hemos sido hecho para ocultar nada. Nosotros los resentidos guanacos. Nosotros. Hay que tener el amor de Roque para mejor cantarlo.

Roque Dalton

Epílogo

Soy uno de ellos. Los que insisten en que nadie se muera en la cárcel por un aborto. Eso jamás pasaría en la Argentina. Pero no creo que la Argentina sea mi país. Nacer es una circunstancia. Mi nación debía abarcar a estos hijos de la gran puta. A los que amó Roque. Soy otro guanaco. Soy más boliviano que argentino, soy más Ecuador, soy la parte guatemalteca que no nombró a los guanacos. No soy indio tampoco. No. Como Salarrué, no tengo patria. Mi alma solo abraza a los gordos y las gordas que en El Salvador me han abrazado. Mi alma juega entre los que advierten una gloria en haber metido un solo gol en la toda la historia de los mundiales. Ella solo se emociona con los que encuentran en de vez de magos: mágicos. Mi alma vuelve en este país de mierda lleno de gente presa y lo hace desde joven , aun cuando lo único que conocía era la voz de un cura

gritando en un casset que en nombre de Dios paren de matar. Y fue por eso que lo mataron. A mi me toca ser la parte que comerá el león. Pero no me importa. Siempre elijo a los que se me parecen, a los judíos menos mezquinos del mundo, a los que se trepan al escenario con doscientos kilos y cuentan que yo los quise así de gordos, a los que me confiesan que soy el único tipo que puede putearlos, a los que les recuerdo a sus seres y amados viejos débiles y caprichosos, ahora muertos, siempre vencidos y nunca derrotados, a los que los mataron sin matarlos a los que saben que me pueden gritar pelado cerote sin que me inmute un carajo. Mi alma solo descansa entre resentidos, entre maricones con parkinson que aman de verdad una viuda. Hasta que la muerte los separe.


Me voy del restaurant de Paco con una lámina que Rosi elige, en ella el santo Romero se enfrenta a todos los demonios sosteniendo una cruz tras unos anteojos muy cuadrados. Atrás parece flotar un planeta, es la plaza Salvador del mundo. Es para mi madre. Al llegar donde mi viejita, ella mira la lámina y dice: quiero esta imagen encima de mi cama.

Será este el último milagro de un guanaco.

Obra de Paco Hidalgo

.


21 comentarios

  1. Me haz llenado de tanto con este escrito. Viaje desde mi silla hasta mi país, hasta el tuyo, hasta el de Romero y me rebase de imágenes y sensaciones. Un abrazo Sergio. Leerte o hablarte es darme el chance de querer seguir escribiendo.

  2. Te abrazo fuerte, Sergio.
    Gracias por tanto y tanto.
    Qué curioso esto de los títeres: objetos «muertos» más vivos que muchos vivos.
    Gracias por tanto y tanto.

  3. Que lindo Sergio ! Me hiciste sentir que estoy en el Salvador contigo, tanto en la casa de Roby y Naara como en el teatro! Muy loca sensacion. Gracias Sergio por ese viaje relampago !

  4. Desde antes de conocerte siempre que iba a verte sentía aquello de quien va a ver a un amigo.
    Acá también te consideramos uno de nosotros… curioso, que durante nuestro partido de futbol, me pareció que estabas más contento por el mundial de Argentina que por el gol de Zapata en el ’82.
    Fué un gusto y honor compartir contigo. Gracias por compartir tu tiempo con nosotros.

  5. Que conste que si trabajo y duro jajaja un fuerte abrazo mi compañero de aquel gol épico

        1. jajajjajajja increíble que tanto vos caballo como Mateo, ambos por su lado me identificaron con el tronco ajajjajaj

      1. la verdad que si salieron buenas jugadas y goles de esa charamusca que nos salió, un abrazo papa!

          1. Que se repita cada vez que andes por estas tus tierras hermanito, siempre va haber un atardecer para que vea rosi jajajjajajaj

  6. Gracias Sergio. TEngo tus cuentos en un mail. Ahora te paso otro. Que bueno. Abrazo.

Se agradece compartir

Más relatos de viernes

Escritura
Sergio Mercurio

El Amigo Equivocado

Yo tengo un amigo que está equivocado. Muy equivocado. En casi todo. Si hablamos de comida, come mal. Muy mal. Es desordenado. Es de público

Seguir leyendo »
articulos
Sergio Mercurio

Volver a volver

Durante el período de mi vida que fui un viajero la parte que más disfruté fue el retorno. Volver era siempre una alegría sin ningún

Seguir leyendo »

PODCAST: Echado de la librería