Escritor, cineasta, actor, director, formador

El Resero

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Tomá, comprate lo que quieras. Mis cuatro años salieron a la vereda. Para llegar tenía que zigzaguear una diagonal saltando la zanja. En el medio de la calle vi al resero. Subí el escaloncito y miré lo que había para comprar. Gallinitas, chupetines, caramelos Sugus, turrón, Tita o Rodhesia.  Podía elegir lo que quería. Entonces giré la moneda en mi mano. Me pareció hermosa. Tenía 12 lados. Recorrí con la yema de los dedos la moneda plateada.

Mientras lo hacía la imagen del caballo me fascinó. Andaba. Se mantenía andando dentro de la moneda. Si bien el caballo llevaba una persona, ella no me interesó. La moneda, era hermosa. Me limité a nombrarlo gaucho y me quedé en los músculos del equino. Yo ya había visto caballos y me había subido a ellos. El fin de semana fuimos a Chivilcoy. Al campo de los parientes. Dormimos ahí. A la noche me llevaron a cazar, me acuerdo de ver los ojos rojos de la comadreja enceguida y el disparo. Volviendo de Chivilcoy mis abuelos me preguntaron si me quería quedar con ellos. Cuando quieras que te vengamos a buscar venimos, dijo mi mamá. Nunca los llamé. Dicen ellos que a aparecieron a los 4 días. Yo levanté la cabeza, los saludé y segui sentado en el cuarto, solo. En esos días mi abuela me llevó al bazar que estaba a la vuelta. 

Cada vez que la recuerdo siento que no fui justo con ella.  La culpé de haberme querido más que a sus otros nietos. Con mi abuela éramos el uno para el otro. Podíamos estar sin hablar un día entero. Ella demoraba su voz.  El día que me llevó al bazar fue a la semana. Llegamos de la mano. Quiero hacer un punto. Este último tiempo me ha tocado llevar de la mano a mi madre. El otro me dijo “evidentemente no debí haber hecho tan mal las cosas en mi vida para que hoy mi hijo me lleve de la mano”. Yo reaccioné como mi abuela. Nada. Pero sintiendo. La mano de mi madre es fresca y es suave y me deja llevarla. Mi abuela me llevó de la mano al bazar, miró conmigo la vidriera y después de un tiempo razonable volvimos En el cuarto delante de su vista fui sacando el papel que lo recubría. Era un chancho de porcelana de color blanco y con manchas rosas. Este es tu chanchito.

Esta ranura de acá es para que pongas las monedas que juntes. Poné la moneda que tenés. Sin mover un músculo busqué la moneda del resero y la enganché en la ranura, entraba justa. La moneda de 10 pesos que había salido a circulación el año que nací, era una moneda grande. Yo la inserí en la ranura y no la solté. Mi abuela se agachó y sin decir palabra afirmó con la cabeza como insistiendo a que la soltara. Yo la miré largo rato. La miraba a los ojos y la sostenía sin soltarla. La abuela sonrío. Yo era una de las pocas personas que sabía como ella sonreía. Sonrió de nuevo y ahí la solté y la perdí. Para siempre.Al caer, la porcelana ofreció un sonido musical. La abuela agarró el chanchito y me explicó. Ella siempre había ahorrado. Mi abuela ahorró siempre y quiso enseñarme a hacerlo, para eso me compró un chancho. Mientras miraba desilusionado ella tomó el chancho y lo giró. Debajo de la panza el chanchito tenía una tapita de plástico transparente y maleable, enganchó la uña y sacó la tapa, balanceó el chancho y volvió a aparecer el resero. Recién ahí sonreí. Después me pidió que le lleve el chanchito al abuelo quien puso unas monedas. Hubo otros posteriores intentos de mis padres de llevarme de vuelta, pero apenas si consiguieron poner alguna moneda en el chanchito. A los diez días acepté volver a mi casa. Antes de irme abrí el chanchito y vi el resero. Ya tenía otros pero el primero era impecable.

La frase “romper el chanchito” era una expresión común en mi infancia. Había chicos que rompían el chanchito y se compraban una bicicleta. Ahorrar era una cultura y se podía ahorrar monedas.  De vez en cuando mi abuela me hacía abrir el chanchito y contar lo que tenía. Yo lo hacía pero no me importaba nada más que el resero. Esa moneda de 10 pesos que no pude cambiar por una Tita, o unos cuantos caramelos. Ver el caballo del resero, descubrirlo, me hizo detenerme en las monedas de otros lugares y un día acabe coleccionándolas. Durante un tiempo conocí las monedas de los diferentes países. Alguien me la mostraba y yo decía Irlanda, Brasil, Egipto, Canadá, Francia. Esa es antigua. Uruguay. La moneda, su forma, su dibujo, su tipografía hablaba del país. Desde su nacimiento la moneda ha ido cambiando en todo el mundo. La única moneda que no ha perdido valor es la de oro. Hacerse rico es, todavía hoy, encontrar un montón de esas monedas. El resto del mundo solo ha visto como su moneda se desvaloriza. Algunos lo han visto de una manera reiterada.  En el año 1972 aquel alguien me dio una moneda

de 10 pesos para que vaya al kiosco y me compre lo que quiera, ese mismo tipo, ya viejo, ha venido a visitarme y le ha dado a cada una de mis hijas una moneda. Cada moneda era una moneda de un dólar. No sé si pueden comprarse algo en un kiosco, les dijo. Mi hija mayor lo miró e hizo la cuenta. Con estas dos monedas yanquis nos podemos comprar 1000 monedas argentinas.  Una moneda de 1 dólar representa 500 monedas de un peso. Todo ha perdido valor, lo sigue perdiendo. Sonreí y le recordé que una vez me había dado una moneda de 10 pesos y  que esa vez no la usé porque me gustó mucho. Le conté que esa moneda era un homenaje al gaucho que conduce la hacienda. Le conté que estaba basada en una escultura. Una imagen condujo a la otra y mientras lo hacía más valor obtenía en mi recuerdo la moneda del resero del año 72. Me dio curiosidad ¿Cuánto vale una moneda que ya no tiene ningún valor? La encontré a la venta. La moneda de 10 pesos que me fascinó hace más de 50 años no solo no ha perdido su valor en mi recuerdo, cuesta 1000 pesos, dos dólares. Mi tío le dio a mis hijas lo mismo que me dio a mí hace 51 años.

15 comentarios

  1. Sergio, querido. Supiste decir en una palabra lo que el 99% de los economistas y banqueros centrales del planeta no son capaces de ver : »La única moneda que no ha perdido valor es la de oro.» Y con esa oracion cortita, dijiste todo sobre las »elites» sicopatas y su tendencia enfermiza al acaparamiento, la acumulacion, la esclavizacion mediante la deuda, y al fraude permanente de su emision de moneda.

  2. Me reconozco en esa experiencia. Tengo todavía la colección de monedas y el recuerdo del ahorrar para conseguir algo precioso a mi corazón de niño. Las monedas podían ser antes un objeto mágico capaz de evocar historias en la imaginación de los seres sensibles, exactamente como tú cuentas con tanta habilidad y ternura.
    Gracias hermano por compartir ese sentir común a nuestra generación que tanto sufre en el alma los daños de esta decadencia moral, cultural, económica y social que azota esta Tierra de los antepasados.

  3. Buen relato Sergio querido. Hubo una época donde nos trataban de incorporar el concepto del ahorro. Recuerdo en la escuela nos daban una libreta , creo que era del correo, donde se compraban estampillas con un valor determinado y se iba ahorrando. Lógico , no había inflación. Abrazo

    1. Negro querido. Fijate que habia agregado un párrafo comentando lo de la tarjeta de ahorro. A mi me la dieron en quinto o quarto grado. Era de correo y como vos yo compré estampillas. Mi abuela siempre me la controlaba. Me mostraba la de ella. Qué tiempos! Esto no se lo podemos contar a ningún joven de este país

  4. Trajiste devuelta a mi chanchito ahorrador..ese que me regalaron..ese que me gustaba movelo y escuchar cuan lleno estaba..ese ultimo que rompi para comprarme una bici..

    1. Tere, que lindo conocer esto que compartis, saber que lo rompiste para comprar un bici. Yo ahora estoy lleno de nostalgia porque no sé que pasó con el mío

  5. te tengo que mostrar la colección de monedas, empezada por un tío abuelo que era marino mercante que de sus viajes traía a Banfield las monedas de los paises que visitaba y se las daba a mi abuelo, el que las sumaba a su colección de monedas Argentinas.

    Las estampillas y las moneditas también es viajar, y descubrir historias

  6. Sergio, no necesito decir lo que pienso de tus textos. Continuo siendo, para mas allá de amigo, un admirador. Podrías estar escribiendo para cualquier periódico al rededor del mundo. Pero, ¿para qué? Si llevas tus palavras para corazones con tus títeres, o por medio de la internet… de mi parte, leer lo que escribes, es cruzar otros túneles por sierras distintas, siempre mirando alguna luz en el fin de las oscuridades…

  7. Muy buen relato de Viernes! Tan actual! La moneda. Una moneda. La libreta de ahorro. El chanchito. Cuántos recuerdos!!!
    Y caminar de la mano de tu madre, mi madre….

  8. Muchos recuerdos me trae tu relato y no me asombra qu hayas interpretado una realidad tan exacta de cuando nuestro país, de su gente, la familia, la costumbres cuando apenas balbuceabas porque no es la primera vez que mostrás un cuadro de situación con humor y rigurosidad, de ello se trata. Una crónica desde la infancia, un relato que hubiera podido hacer alguien de mi generación y no la tuya. Nosotros domábamos dinosaurios como un juego y en pata cruzábamos un arroyo que el invierno hab´´ia congelado y romper ese hielo con los talones la mejor diversión. No me asombra la fidelidad y frescura de tu relato porque no es la primera vez que lo haces, interpretar el pasado con humor y certezas. Diez pesos de hace cincuenta años, cinco guitas en el bolsillo del pantalón de hace setenta años. La misma cosa que alegraba el corazón. Abrazo.

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