Escritor, cineasta, actor, director, formador

Nunca confíes en Dado

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Las más grandes pelotudeces que hice en mi vida- 1

La gran mayoría de las más grandes pelotudeces que hice en mi vida tienen un responsable oculto. Nadie sabe su verdadero nombre. Lo conocí cuando yo tenia 9 años y ya lo ocultaba bajo un apodo de un juego peligroso: Dado. Basta tratarlo para advertir que no sabes si es el uno o el seis. Si yo no me hubiera cruzado con ese ser hubiera sido técnico radiólogo, un contador, un oficinista. Conocer sus seis caras sus seis ejemplos me condujo en todos los casos a realizar las más grandes pelotudeces de mi vida, una tras otra. Voy a empezar por la primera: acabo de dejar de tener 12 años, y empecé la secundaria, el mundo me da un cagazo inexplicable, mi cuerpo se empieza a desbordar, me aparecen pelos en ciertos lugares lo que me da buenas noticias pero algo me perturba y lo he notado mientras me baño. Estoy pasando el jabón en el pecho y sentí un pinchazo. Me lavo la cara y observo algo que comienza a manifestarse lentamente, mis dos tetillas se han puesto puntiagudas. Los días pasan y nada se retrotrae, me miro en el espejo y veo que tengo pezones. Estoy casi seguro que me van a salir las unas tetas iguales a las de mi madre. Gigantes. Decido entonces empezar a conseguir remeras de una talla mayor de modo que nadie se entere que soy un monstruo. En ese momento es cuando sucede el campeonato en Salta y yo formo parte de los seleccionados para jugar el torneo nacional. Somos junto a otros 10, los representantes de Buenos Aires y Capital para 3 categorías: infantil, juvenil, y adultos. En el caso de los 8 menores de 14, nuestros papás nos dejaron en el aeropuerto en manos del entrenador de Ferro y presidente de la Federación, que funciona como entrenador de todos. Para mí es una alegría, voy a estar solo sin mi papá gritando atrás mío mientras trato de concentrarme. El ping pong es esencialmente tomar decisiones a miles de milésimas de segundo. Solo se piensa cuando el tanto termina y justo ,en ese momento, mi viejo me grita. Aunque los 50 que estamos allí le digamos a eso Tenis de mesa, el tiempo confirmará que hay muchas luchas para cambiar los modos de hablar que no tuvieron éxito. Ping pong y listo. El caso de mi amigo es distinto, él impuso su nombre de cubo por el mundo, nadie sabe su onomástico verdadero , yo que he estado con él en América, África y Asia se que a todos los convence que se llama Dado. Pero no quiero salirme del deporte que lo tiene hasta hoy en día como una figura excluyente. El día citado estamos en la pieza del hostal donde dormimos unos 6, es de noche, yo estoy terminando de comer una naranja, la ventana está abierta porque hace calor: Dado está apoyado contra ella, tramando algo pero necesita alguien que lo ejecute, entonces me ve encerrado en mí mismo, en lo único que pienso es en si mis tetas ya han crecido como para que ellos se den cuenta y no en aprovechar mis senos para jugar en el ping pong femenino donde terminaré mucho mejor clasificado.

Dado ve que termino de comer la naranja y las he apoyado en una mesa, entonces desde la ventana abierta donde está sentado dejando que la fresca le llegue va a mostrar una de sus caras.

Yo estoy por acercarme a hacerlo. Aquí hago un alto, en 1983, la lógica mundial incluía tirar cosas en la calle, usabas un papel: lo tirabas, usabas una botella: la tirabas, entonces tirar por la ventana desde un segundo piso una naranja no era algo malo. Yo junto las cáscaras.

-Tira, desde ahí, yo me corro- dice Dado

Yo que solo pienso en mis propias tetas, lanzó las cáscaras con furia desde el interior de la habitación. Desde donde yo estoy, solo veo la parte superior de las lámparas de la calle esquinera del Hotel. Las cáscaras son un gol por la ventana. Dado hace dos movimientos rápidos: en el primero asoma la cabeza y en el segundo se acurruca y empieza a golpear el piso con la mano llorando de la risa. Los cinco lo miramos. Hasta ese momento esa cara no había sido mostrada. Yo he perdido la atención en mí mismo y ,por primera vez, me olvido de mis tetas. Dado se apoya contra la pared escondiéndose de nadie sabe qué, mientras su ataque de risa no deja que termine de decir lo que finalmente dice.

– Le diste a la cana.

Uno de los niños que comparte la habitación con nosotros tiene 10 años, pero es el más inteligente de todos. En un solo gesto apaga la luz del cuarto. En esa oscuridad vemos a un policia salteño mirando para arriba limpiándose de algo en la gorra.

En este momento es todo muy confuso pero en menos de unos segundos salgo. Acto seguido nuestro entrenador convertido en presidente de la federación y en detective privado al servicio de la policia de Salta está caminando por el pasillo buscando el cuarto que da en esquina a la calle.Yo acabo de salir del cuarto más preocupado por ir a la cárcel que otra cosa. El entrena-presi-detec me encara y me mira de arriba a abajo pasando por mis tetillas ¿Mercurio, vos estás en el cuarto aquel? En ese momento yo voy a hacer gala del cinismo que me iba a abrir y cerrar todas las puertas del mundo y respondo yo estoy acá. Carlos Vita endereza el paso y lo veo abrir la puerta esquinera donde Dado está preparando otra cara. Mientras me alejo escaleras abajo pienso en salir corriendo y lo hago pero me detengo al girar la escalera y ver a dos uniformados porque pienso que tal vez, en el fondo estoy mejor, aunque estoy peor, porque pienso que el olor a naranja que tengo en mi rostro se nota más que mis tetas.

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