Llegamos y entramos a su cuarto. Demoramos tres meses para entrar juntos. Estamos buscando su partida de nacimiento. Vuelvo a preguntarle como es posible que mamá nunca se la haya dado. Porque nunca la necesité, solo se usa para casarse. Abrimos un cajón y entonces empieza a aparecer ella: Nuestra madre. Su orgullo. Sus rastros. Lo curioso es que sus rastros somos nosotros. Debajo de mis cartas desde África, debajo de los recortes de diario, aparece lo valioso. Aparece mi cuaderno de primer grado. Al abrirlo se impone en mi memoria un recuerdo. Estoy en primer grado, es uno de los primeros días, recuerdo la luz e la ventana que viene desde mi derecha lo que me hace advertir que la sala era la primera, al lado de la dirección. Había 3 o 4 maestras. Ahora sé que eran practicantes. Sé que han hecho una pregunta en general. Las jovénes se afanan en ser cariñosas, es un tiempo donde abrazar un niño no tenía dobles lecturas. Sé que levanto la mano porque alguien ha hecho una pregunta abierta sobre algo que sabemos, digo que sé una poesía. Mi padre, me enseñó un poema que repito sin entender. Lo hago desde muy pequeño. Desde los 4 años, a veces me llama para que me pare delante de sus amigos y lo diga. Todos se sorprenden de algo que no entiendo. Solo repito unas palabras que hablan de una rosa inconclusa. Hablan de alguien que hace algo y que al parecer tiene un nombre larguísimo se llama Carlos Niortiga Cultivo. Desde que mi padre me lo enseñó, lo repito y recibo aprobación. Quién será Carlos Niortiga? Ojalá algún día lo descubra.
Las practicantes me miran y yo arranco a cierta velocidad: Cultivo una rosa blanca, en Julio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo…Este último verso me genera una extrañeza porque no sé donde poner el énfasis. Una de las practicantes no puede creer lo que ha visto. Como he estado en ese lugar, me pregunto si siendo niño yo también generé un recuerdo en un maestro. Fui un niño de 6 años diciendo un poema. Sé que me preguntaron como lo sabía, me lo enseñó mi padre. Ahora que estoy recordando, me pregunto si ellas se dieron cuenta que yo no sabía lo que decía. Si ellas pensaron, como yo, que el verso terminaba allí con la frase: Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo. O si escucharon lo que para mi era nombre del autor y el nombre del poema. Es decir quisiera saber si ellas escucharon el nombre Carlos Niortiga Cultivo o si llegaron a descifrar los dos últimos versos que en realidad decían Cardos ni ortigas cultivo, cultivo una rosa blanca. Carlos Niortiga era en realidad José Martí y cultivo una rosa blanca es un canto que evita la revancha, la venganza e incluso la justicia. Debajo del cuaderno encuentro ahora otro cuaderno, lo abro y ,antes de explicar algo, mi hermano está abriendo otro. Son dos, en ellos, ella eligió hablarnos a través de escritos. Como mi hermano está absorto leyendo, hago lo mismo. En el mío hay apenas tres cartas, la ultima es del año 1985. Por lo que escribe es obvio que acabo de terminar la secundaria, es decir, mi madre le escribe cartas a un adolescente.
Está preocupada porque soy muy inseguro y me he cerrado en mí mismo, casi sin necesitarla. Se deja entrever que la situación con mi padre es la antesala de la separación. No sabe que hacer, siente que eso me perturba. Tiene la sensación que ya no puede ayudarme y que sufro. Se culpa de no tener recursos ni ascendencia. En sus letras insiste en que le gustaría ser mi amiga. Estos cuadernos tienen las cartas que yo mismo, hoy, puedo escribir a mi hija adolescente. Trato de imaginarme siendo adolescente y no puedo, solo veo a mi hija y mi actual desespero. En una carta habla de la admiración que me tiene, me pasa lo mismo con mi hija. Cierro los cuadernos y advierto que esto es lo que mi madre me ha dejado. Es un bálsamo para este tiempo, estamos tomando cosas encima de su cama, recuerdo entonces la última vez aquí, Hernan ha venido a verla, ella le recuerda cosas que sucedieron en la misma época que escribió esas cartas. Estamos riendo hasta que ella me señala y pronuncia: Ese, que está parado ahí, no es mi hijo, es mi amigo. Ya ,en ese momento, me había emocionado, pero ahora que pienso en lo que mi madre
sentía cuarenta años atrás, sospecho que debo ser paciente. Finalmente encuentro la partida de nacimiento de mi hermano. Vamos en busca de una bolsa de residuos. Comenzamos a tirar las cosas que ella guardaba. Había sido una acumuladora voraz, sin embargo los dos últimos meses de su vida cambió de actitud radicalmente. Fue dejando atrás todas sus obsesiones y renunciando a aquellas cosas que otrora fueron fundamentales. En el hospital tuvo tiempo de revisar cosas difíciles y comunicarlas. Quienes compartimos sus últimos días entendimos los versos de Silesius. Murió antes de morirse. Con mi hermano llenamos dos bolsas de residuo y las manos nos alcanzan para llevarnos lo importante que nos había dejado. Eso fue el domingo. Tengo que cerrar este relato y no sé como hacerlo, ¿qué tiene que ver la historia de los versos de Carlos Niortiga con mi madre? Ya sé. Acabo de descubrirlo y tiene que ver con su apellido: Larroza. Esta vez invertiré lo que pasó a mis seis años con esto que sucede cuarenta años después. Mi madre no fue Elvira Larroza. Fue Elvira: La Rosa.
11 respuestas
Deus é mãe
bonito. Deus é mãe
Qué buen final, para el cuento, y para Elvira!!!!
Tuvo un buen final, es verdad
Que linda tu mamá. La vi pocas veces. Pero la vi orgullosa viendo la despedida del titiritero y la Vvi feliz jugando con Pedrito bebé y un perrito. 💚💚💚💚
un rosa
Tan linda Elvira!! Se le llenaban los ojos de brillos, de luces cuando hablaba de vos. Le gustaba cantar tangos y charlar de arte, de ideas. Una persona inolvidable tu madre, Sergio!!!
la rosa
Que las Rosas blancas, tan contradictorias desde su nombre mismo siempre iluminen tu camino.
Gracias x ese pedacito de vos y de ella
Gracias,por contarnos este recuerdo tuyo y de tu madre.Muy hermoso.
gracias por comentar!