Escritor, cineasta, actor, director, formador

Andate

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por Sergio Mercurio

Mamá esta acostada de lado, su mirada se enfoca solo a veces. Andate. Estás perdiendo el tiempo. No podes crear nada. No podes escribir nada. No. No puedo. Andate, dejame. Es que quiero estar con vos. Ya sé. Pero, andate. Este pequeño diálogo me confirma que todavía esta acá. Al rato me pide que le alcance una pierna. Me habla de que acaba de discutir con un tipo que quiso cortar un árbol. Es el árbol que ve desde la cama donde esta internada. Un árbol que tapa un edificio que esta allá lejos, a unos 400 metros. Río. Le sigo la corriente, entonces me cuenta que estaba muerta y me habla insistentemente de mis hijas. En la muerte, Amanda aplaude en un campo de flores. Es lindo, lindo, lindo. Yo le creo porque dice lindo, lindo, lindo, tres veces y todas muy suaves, casi susurrado. En la muerte, Violeta, está parada junto a una pared con un vestido de flores y acaba de ganar un reconocimiento brillante, dentro de poco, va a brillar mucho, sentencia. Mi mujer, ella insiste, tiene hermosos ojos y con ellos ve lejos, tiene un amor infinito y si yo no me doy cuenta a tiempo, ella se va a ir, sin dejarme. Andate. Volvé a tu casa. Estás cansado no podes crear nada. Ahí vuelve a contarme lo mismo que viene contándome hace días. Estamos todos en la casa de mi abuelo Mercurio, todos en la sala menos yo que duermo. Duermo en el inmenso cuarto de mis abuelos en el centro de la cama ancha y estoy colocado transversalmente. Me han dejado en el centro, habida cuenta de que yo aun no he caminado y han previsto que gire en la cama sin caer al suelo. Están todos un poco alborotados en la sobremesa hasta que  van a prestar atención al abuelo Mercurio que acaba de alzar la risa señalando algo insólito. Un ser diminuto acaba de atravesar el umbral de la puerta del cuarto caminando hacia la sala donde todos se alborotan. Son los primeros pasos que voy a dar en mi vida. Todos verán que voy a caminar sin que nadie me llame. Sus miradas se viran hacia el bebé que acaba de dar sus seis primeros pasos. La risa de mi abuelo es opacada por una explosión, una especie de bomba acaba de caer en la casa. Es el año 1968, no hay guerras declaradas en ese momento en la Argentina y Banfield no es zona de conflicto.  Sin embargo lo que todos los que están en la sala ven son los resultados de una guerra. El humo de una bomba comienza a llegar a la sala principal y entre ese viento blanco esta caminando un niño. A mi abuelo se le salen los ojos de los anteojos, a mi madre el corazón le da un vuelco. Mi padre y mi tío están absortos, apenas mi abuela entiende algo que jamás compartirá con nadie. Lo que acaba de suceder es simple de contar, el techo del cuarto de la pieza de mis abuelos se ha desplomado íntegro.

No hay ninguna explicación. Solo hechos, yo acabo de salir caminando de la muerte. Un instante antes de que el techo caiga he salido caminando. Sobre mis pies descalzos aun el humo se eleva. En mi espalda recibo aun la onda expansiva que me desequilibra sin que me haga caer, mi abuelo se aproxima acuclillado a recibirme, me abraza fuerte y observa con temor el techo de la sala donde todos están. Hay un silencio enorme. El silencio que sucede a las explosiones. Todo sucede rápido. Van a la pieza a encontrar la bomba, pero no hay agujero en el techo, no se ve el cielo, no hay bomba. Lo que ha caído integro es el cielo raso. Ese primer techo que ciertas casas tienen o solían tener.  Mi abuelo me sienta sobre la mesa mirándome. Me observa feliz y piensa algo que solo dirá tiempo después. Este chico tiene cargado el instinto de escapar de la muerte. Hoy, dice en voz alta, podría haber sido el día más terrible de nuestras vidas. Pero hoy es lo contrario, mijo, dice mirándome. Desde que mi madre entró al hospital me cuenta esto. Es lo que más me cuenta. La pérdida de la memoria reciente hace que me cuente lo mismo tres veces seguidas. La observo y a veces le pregunto algún detalle. Hago de cuenta que me lo cuenta por primera vez. Es un esfuerzo. Le pregunto algo y ella vuelve a decirme que yo me escapé caminando de la muerte. Aprendí a caminar para no morir. La miro, le tomo la mano manchada de coágulos negros por la cantidad infinita de veces que la han pinchado para ponerle el suero. La acaricio tocándole los huesos. Ella me mira y me pregunta, dónde estamos. Y al rato, si ya nos vamos. Y al rato, que su padre le dijo que se vaya. Y al rato insiste con lo mismo. Andate. Entonces yo le hago caso y me voy al pasillo. Al volver, unos segundos después, me cuenta que Sergio ha estado con ella, le pregunto quién soy y me dice que yo soy mi propio hermano. Al final se ríe porque algo no le cierra. Entonces se ordena y vuelve a contarme algo que según ella no puedo olvidar. Me habla del primer día que caminé. El día que me salve de morir. Solito.  El día que escapé de la muerte. Termina de contarme y me pide que me vaya. Que tengo que escribir algo que tengo que volver a crear algo. Llego a casa y por primera vez desde que cayó en cama, por primera vez en este mes abro un documento de texto, miro por la ventana, el sen florido en amarillo me espernza y escribo, como título, la palabra que más me ha dicho mi madre desde que me siento a su lado, en la cama del hospital, donde parece que aun no tiene fuerzas para salir caminando y escapar de la muerte. Entonces me pregunto una obviedad: ¿Podré acaso ésta vez hacer algo parecido? ,¿podré salir caminando del cuarto 2031 con ella de la mano y dejar la muerte dentro?

53 respuestas

  1. Sergio muy triste y hermoso a la vez. Te mando un abrazo apretado para vos y tu mama. Ojala salgan juntos de la mano.

  2. Abrazo fuerte y lleno de cariño desde la cocina del alemán. Cuéntame qué le gusta comer a tu mama… así le llevo en sueños. El alemán cocina, yo ensueño.

  3. Sergio eso te preguntaba el otro día , si estabas preparado para dejarla ir….
    Tu mamá ahora se irá en paz….
    Un abrazo.

  4. Leí «Andate» y lo primero que se me vino a la cabeza fue Milei. Pero por suerte me equivoqué. Tu relato me conmovió no sabés cómo. «Andate» fue la última palabra que me dijo mi papá antes de morir. Te mando un abrazo.

  5. Con el gusto de volver a leerte. Un texto conmovedor, triste pero esperanzador. Ojalá que el final se haga realidad. Te mando un abrazo

  6. El fin de la historia ya lo sabemos, es así. Aunque la gracia o la desgracia es que no sabemos cuándo.
    Lo que me llega cuando te leo es que ella parece estar bien, en su mundo de recuerdos y fantasías. Hay belleza también acá y mucho amor de ambos. Eso, además de la tristeza. Un abrazo

  7. Hola Sergio, hacía mucho tiempo no leía tus relatos de viernes. Me atrapó el título, empecé a leer y el relato me fue llevando. Me sentí identificada con esto de escapar de la muerte. En una suerte de valorar la vida.
    Espero que tu 2031 sea como lo soñaste.
    Abrazo

  8. La sensibilidad que nos despierta el poder acompañar a los que amamos en su trayecto final…liberador…es infinita. Aquì està demostrado, en este texto que es infinito porque resume lo que nos pasa a los que tenemos la suerte de quedarnos a acompañar. Es un regalo, Sergio! lo sabès. Sè que lo sabès. Abrazà estos instantes. Son milagrosos. No todos pueden vivirlos. Vos ya sabès como escapar de la muerte. Ella tambièn lo sabe. Pero es parte de la vida transitar este camino. Es AMOR puro y del bueno. Ella siempre estarà a tu lado para decirte: ANDATE. Vos sabès mejor que nadie que uno No elige. Uno acepta la vida. La vida y la muerte son exactamente lo mismo. Solo nos cambia el atuendo, la escenografìa y la urgencia del abrazo. Abrazà mucho, mucho. Vos sabès cuando irte. Syl

  9. Me dejas sin palabras, Sergio. Gracias por contar esta historia. Hasta ahora te la habias bien guardado ! Guacho ! Que conexion ! Mejor que con celular ! Que pena lo de tu mama internada ! Un abrazo gigante, querido amigo, y para tu mama tambien.

  10. Sergio querido! enorme abrazo. Ojalá repitas el milagro de la mano de Elvira, esa mujer hermosa que recuerdo vivamente de aquellos años que compartíamos por los barrios del sur. Al final, te fuiste pero no hiciste caso, porque no solo no te fuiste sino que nos llevaste a todos a esa habitación. Mi cariño grande.

  11. Querido Sergio: que historia más increíble y que momento más difícil, pero también profundo y mágico porque, más allá de las repeticiones constantes a causa de la enfermedad, tu mamá está tratando de recalcar varios mensajes… ¡Espero que se mejore pronto! Pero, quizá, al repetir «andate» y desprenderse de ti para que sigas tu camino, te está pidiendo que hagas lo mismo por ella. Un abrazo grande triple

  12. Querido Sergio: Cómo pienso en ella y en vos. Gracias por seguirnos conmoviendo, por hacernos mirar y sentir fragmentos e inmensidades de la vida. Abrazos para ella, otra vez.

  13. Gracias por el relato, por compartirlo y por hacerle caso a tu madre en salir caminando por acá. De alguna manera salieron juntos en tu relato. Abrazo y que pronto dejen atrás los techos de hospital.

  14. En el 2003, un 13 de abril como hoy se fue mi viejo. Dos días antes yo tenía un recital en el Cafelibro, se lo conté, yo no quería dejarle. El ya no podía hablar, escribió en letra muy temblorosa: Andate tranquilo y canta bien.

  15. Um dos contos teus que mais apreciei. Enxuto, preciso, expressões às voltas e sem peripécias. grato.

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