Escritor, cineasta, actor, director, formador

Con Telomián Condié en la boca

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por Sergio Mercurio

Laura me lo pregunta y le digo que sí, fui yo. ¿Dónde lo escribiste? En el diario que repartíamos. Quiero leerlo. Después te lo llevo. No lo encuentro. Me parece que ese lo perdí. Le llevo el libro donde hay bastante material. Una semana después me dice que en su escuela de adultos lo está trabajando con los alumnos. Me pregunta si puedo ir a hablar con ellos. Vuelvo a leer lo que escribí. Como ya trabajé en una escuela de adultos me imagino que puede llegar a haber unas diez personas en total. Voy preparado para algo sencillo. Al pasar Fiorito todavía se ven los resabios de los festejos del cumpleaños de Maradona. Todo indica que más temprano que tarde en este lugar tendremos un lugar que se llamará Ciudad de Dios. Mientras el coche avanza recuerdo el año 86, entramos con camiones a sacar familias que estaban bajo el agua. El vehículo gira y entra en un paraíso. Es un lugar verde con una huerta gigante, una capilla, unos salones, es una de las sedes de la escuela de adultos. Adentro están esperando a los alumnos y preparando la comida. Una mujer se me acerca y me pregunta si me acuerdo de cuando trabajamos juntos en la escuela 48. Hablamos de un alumno. Uno que tenía su madre presa. Un niño incontrolable. Rubio, de ojos claros, de muchos piojos, un niño que respondía violentamente a todo. Recuerdo que me dijo, Profe, vos sos un hijo de puta. ¿Qué me dijiste? Que sos un hijo de puta. Te voy a dar la posibilidad que pienses lo que me querés decir. ¿Qué me dijiste? Que sos un hijo de puta. Fui a hablar con la directora. Quiero que venga la madre. Está presa. Que venga el responsable. No haga lío, Mercurio. Hay un chico de 9 años que me dijo “hijo de puta” delante de todos sus compañeros. La directora solo pensaba en jubilarse. Vinieron los tíos. En ese tiempo, tenía recursos pedagógicos para manejar una situación extrema. Les conté a ellos lo que había sucedido y no opiné nada, absolutamente nada. Solo los miré. Ahí, uno de los hombres habló: Si usted supiera lo que nos dice a nosotros. Eso pasó hace 30 años. Ese niño debe tener hoy 40 años. Ox Alá. Algunos profesores van armando una ronda y exageran con las sillas, traen unos murales, han vuelto a dibujar al Cacique y han escrito en cursiva párrafos de mi texto. Estoy delante de un suceso extraordinario, leer en otra letra lo que tu has escrito, lo engrandece al quitártelo. Comienzan a llegar los alumnos. Hoy, delante de extraños soy un escritor. La sala explota de gente, no entiendo que ha pasado. Comienza a aparecer la comida. Todo está muy organizado. Laura propone que golpéen el piso con los pies a modo de llamado. No puedo recordar en que otro lugar viví esto. Me quedo pensando y mi voz se adelanta a mi pensamiento. Estamos en tierra india. Después me presento del modo que creo se presentaban los indios. Digo que mi abuelo era el hijo de un tropero charrúa que llevaba el ganado de Entre Rios a Uruguay, que mi otro abuelo era nieto de un zapatero que vivía en la montaña de Italia y que su padre apenas pudo ser  alcohólico, digo que una de mis abuelas fue huérfana de padre hasta que el hijo del dueño de una estancia entrerriana advirtió que se moría sin descendencia y al abrir el testamento la buscaron. Cuento que ella alquiló un sulki para ir a la lectura y a mitad de camino con su marido carpintero y sus 3 hijas decidió no buscar plata donde no hubo padre. Digo que mi otra abuela ocupó el lugar de su hermana que se había suicidado.

Digo que mi madre ha muerto hace 6 meses y la extraño. Todo lo que les cuento hablan de quien soy e informan sobre un tiempo que me ha traído hasta este lugar. Cuento que cuando un forastero llegaba a tierra india hacía esto que estoy haciendo: hablar de sus antepasados, es decir, debía contar de dónde había venido. Cuento esto y tengo la sensación que me escuchan. Después explico que los indios hablaban mucho y que eso les aburría a los españoles, así como les molestaba que se bañaban y que querían a sus hijos. Cuento cosas que he leído y en las que creo y finalmente digo que todo es un rompecabezas que he armado y que una ficha fundamental fue Guillermo Magrasi, el antropólogo, a que los políticos obstruyeron. Entonces me preguntan cosas sencillas que puedo justificar y como hay otras que no puedo, recuerdo eso que alguna vez dijo Leonardo Padura en un taller que tomé. La verdad histórica, eso que está escrito, que está sellado y presentado ante escribanos, puede ser una mentira. La existencia de documentos no garantiza la verdad. Entonces explico que yo no leí en ningún lado como fue atrapado Telomian, simplemente lo he imaginado. Allí me interrumpe una maestra Quiero leer, dice, un párrafo tuyo, lo hemos trabajado y nos ha emocionado.

“Un godo trató de bajar del equino al cacique y finalmente optó por acuchillar al caballo, para que el bravo desmontara. Cuando cayó al suelo, Telomian no pudo dejar solo a su compañero en su último encuentro. Le cerró los ojos mientras los godos tomaban las crines del hombre que miraba a su caballo muriendo

Cuando está por terminar las últimas palabras se le quiebra la voz, observo a dos personas que están llorando. La maestra me mirá y me dice, estoy y estamos seguros que escribiste la verdad. La verdad que hemos elegido recordar. Una señora levanta la mano, me dice que es peruana, que cada palabra que yo escribí la representa, que ella quiere hacerme una comida. Quiere agradecerme lo que he escrito. La maestra me pregunta cómo podemos mantener la historia. La pregunta me interroga En ese momento me voy, mi mente se va. Hace una punta de años, dedique mucho tiempo para hacer un diario, para formar un grupo, para reconstruir una historia, Todo lo que construí  lo pudrieron los políticos locales. Quisieron apoderarse y como no lo lograron lo carcomieron. Por eso lo dejé. De pronto estoy viendo que mucho tiempo después algo ha florecido gracias a Laura. Un texto ha quedado. El texto del Cacique Telomian Condié, Ese que internet esconde. Miro esa pequeña comunidad que me está mirando y hablo: Hacerse selfies, hablar de lo que estamos haciendo, de lo que pensamos sobre lo que pasa y pensamos, no creo que responda a ese interrogante. Para mantener la historia debemos hablar de quienes fueron nuestros abuelos, de lo que nuestros padres contaron les emocionaba, la historia que debemos construir es con la boca. Cuando me voy me para un maestro. Me has dado una llave para trabajar con mis alumnos. Lo miro, me sonríe y repite: La historia que hay que mantener está en nuestra boca.

TEXTO ORIGINAL ESCRITO PARA EL BANFILEÑO

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