Escritor, cineasta, actor, director, formador

Hermosos Cuentos

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por Sergio Mercurio

Está en casa, pero esta respirando mal. ¿Mamí, querés que te lleve al hospital? Sí. Viene mi hermano y en medio de la lluvia la subimos al auto. En el hospital todo se facilita, de pronto ya está en el pasillo, sobre una camilla con la mascarilla de oxígeno. El doctor Renzo va a atenderla.   Imagino un hombre duro pero aparece un muchacho, suave, que la trata cariñosamente. Adivino una historia. Adivino que Renzo conoce y cree en la frase de Hipócrates. Primun non nocere. Primero no hacer daño. Pregunta y tiene tiempo para escuchar. Siempre los que tienen tiempo hacen la diferencia. Se detiene delante mío y si bien no me mira a los ojos, está tratando de comunicarse. Le hacen un montón de estudios. Vuelve. Tu mami, dice así, tu mami. Tu mami está en una situación delicada, requiere mucho cuidado, vamos a tener que pasarla a Shock Room, para que podamos monitorearla constantemente. El resultado de la placa nos informa que tiene una pulmonía y a su edad es algo que no debe pasarse por alto. Dentro de poco vendrá un camillero y la llevará a cuidado intensivo. Veo como el uniforme azul de Renzo se va lentamente perdiendo en la geografía hospitalaria. Entonces bajo la cabeza y la miro. El pecho se le infla de una manera exagerada. Hace 4 días se sacó una dentadura perfecta y no se la quiso poner más,. La primera vez fue porque se dio cuenta que la encía le había cambiado y después porque se cansó. Sin dientes es una viejita. No sabía que, en algún momento, iba a vivenciar algo que intuía: el tiempo tiene una medida indescifrable. Estos últimos 7 días han sido 7 años.  En el año 1975 yo tenía siete años. Lo que voy a recordar es uno esos sucesos que me quedaron grabados  a hierro en mis recuerdos. Esos recuerdos donde me vi viviendo algo por primera vez. A los siete años fue la primera vez que, en mi vida, sentí vergüenza. Voy a relatarlo.

Estamos en la parada del colectivo 239 letra L. La 239 tenía infinitos números, y la L pasaba por la puerta de mi casa, rumbo a Lanus. Creo que estamos volviendo de algo peligroso, y mi mamá disimula, en el año 1975 estaba en la Argentina una organización llamada; La triple A. La alianza anticomunista Argentina, y  mim madre repartía a escondidas un diario al que llamaban la prensa y estaba hecho por los comunistas. Mamá se arreglaba como si fuera de paseo, y en el fondo del bolso escondía la prensa. Todavía hoy suelo pasar por casas que disimuladamente leían la prensa de los comunistas. Eran casas bien. Acomodadas. Mi mamá no llevaba la prensa comunista a los obreros, como ella había sido, en la General Electric. Recuerdo que estamos en un barrio y es media tarde. Algo así como las 3, ese momento donde los colectivos de los barrios van medio vacíos. Estamos parados en la esquina y miro hacia la dirección que el colectivo viene. Demora, entonces abre la bolsa y me dice que va a seguir leyendome el libro. Es una historia de animales en la Patagonia Argentina. Es un libro de aventuras para niños, Es la historia de una guerra entre animales, los hermosos, suntuosos y orgullosos: ciervos colorados. Aquellos animales que hasta hoy en día pintan la Patagonia y se posicionan en postales enfrentan a unos animalitos de la misma especie, pero menores, de tímidos cuernos. El libro se llama Renancó y los últimos huemules. Renancó es el hijo de el toqui, el huemul que lidera la resistencia contra el usurpador ciervo colorado.  El joven Renancó presencia la pelea de Pehuen, su padre, la derrota y su muerte contra el orgulloso ciervo jefe. Estamos esperando el colectivo cuando mi mamá lo abre. No quiero buscar datos que me permitan corroborar o corregir mis recuerdos. De lo que voy a hablar es de mi vergüenza, no del libro.

El modo que aparecerá eso en mi vda. Está leyendo un pasaje donde la madre de Renancó acompaña la infancia del pequeño huemul. El momento que comienza a caminar, la primera vez que salta. Entonces. escucho lo que lee mi madre y que son las palabras de la mamá huemul.  La madre de Renancó está extasiada viendo a su hijo y le dice, Qué hermoso eres, hijo mío. Es imposible que está frase no haya sido escrito exactamente así por José Murillo y Ana Maria Ramb. Estoy escuchando el texto, mirando el pasto e imaginando un lugar que aun no conozco, pero en el que voy a elegir, un día, vivir. Levanto la vista porque algo le pasa a mamá.  Le ha cambiado la voz. No sé que le pasa. Levanto la vista y veo a mi madre dentro del libro. No tengo idea de como es José Murillo como escritor, solo sé que esos libros andaban entre los hijos de los comunistas. Alguno que haya tenido padres como los míos, debe haber leído alguno de ellos. Levanto la vista y la veo. Es otoño. ¿O verano? Entonces mi madre me mira y repite: Renancó,  que hermoso eres, hijo mío. El mundo se detiene, la miro perdido, muevo los ojos para ambos lados y allí va a suceder algo en mi madre. Lo que le sucede sucede solo a veces. Los libros son solo una excusa para entender mejor lo que nos pasa. No es para escuchar historias, no es para pasar el tiempo. Los libros sirven para descubrirnos. Mi mamá no está leyendo la historia de Renancó … Mi mamá está detenida esperando un colectivo y acaba de descubrir en esas palabras las suyas. Ella quiere en este momento decir esto. Por eso me toma la cabeza llena de pelo renegrido y me dice: Renancó, que hermoso eres, hijo mío.  Ella se ha conmovido leyendo  las palabras que escribió otro y ahora descubre que eso quiere decirme. La escucho y la veo. Escucho a mi mamá conmovida elogiándome y ahora acabo de sentir algo que nunca había sentido. Quiero escapar de mi madre. Tengo vergüenza. No quiero que nadie sepa que mi mamá me ama de esa manera. Yo mismo pienso que eso que le pasa a ella no es normal. Y no quiero que alguien lo vea. Es demasiado exagerado. Es algo que debe estar oculto. No sé porque razón, por más que estemos solos, siento que me están escuchando en todo el mundo. Que todos se ríen de que mi mamá me ame así y que me diga que soy hermoso. Yo ya sabía desde hacía años que no era hermoso porque sabía que cosas lo eran. Lo hermoso eran los autitos de colección que yo tenía.Las cosas chiquitas, pero con muchos detalles. Yo no. La vergüenza que tengo me da ganas de

alejarme de mi madre por miedo a que alguien la escuche, me vea y confirme que mi mamá no sabe nada. Me viene a la mente este recuerdo, a segundos que ella se vaya a terapia intensiva, entonces le digo ¿Te acordás cuando me leías Renancó? La simpleza de los monosílabos hace que entienda su respuesta dentro de la mascarilla. Sí. Vos me leías cuentos, mamá. Sí, dice ella abriendo los ojos. Entonces me doy cuenta de algo importante: No sentir vergüenza del amor es algo maravilloso. Yo no lo sabía. Ahora lo sé, no tengo verguenza de eso y me acaba de aparecer un propósito, y voy a decirlo sin importarme quien escucha. porque ahora ya no veo a una mujer joven leyendo en la parada de un colectivo un cuento a su hijo pequeño. Ahora estoy viéndome agachado frente a una anciana que está muriendo y entiendo que yo soy un hombre adulto. Soy alguien que regularmente escribe  pero ahora tengo un propósito sinverguenza que voy a decirlo en voz alta sin importarme que me escuchen y me vean llorar los que están a nuestros lados en un pasillo atestado de camillas. Yo quisiera, le digo, poder escribir un cuento que alguna vez una madre pueda leerle a su hijo, quiero escribir algo que le sirva a otro, como te sirvió a vos y a mí. Yo quisiera escribir un cuento que sirviera para una madre y su hijo. Como me sirvió a mí y a vos. Eso quiero hacer, le digo. Mientras digo eso lloro profusamente. Creo que ella no se da cuenta que estoy llorando porque a la vez río.  Entonces abre los ojos de nuevos y dice una frase que irá a repetir hasta entrar a la terapia. Dentro de su mascarilla la escucho claramente: Hermosos cuentos. Asiento. Sí, mamá, vos me leías cuentos, le digo acercando mi cabeza y besándola y ella vuelve a repetir: Hermosos cuentos. Una y otra vez lo repite mientras yo la beso, le digo que la amo y la acaricio.  Te amo, mi hermano te ama, mi padre, aun a tiempo, también, mis hijas y mi mujer te aman. Ahora sé que jamás voy a olvidarme que ella me leía cuentos y que quiero escribir uno que sirva para eso. Tengo que poder hacerlo, algún día. Acarició su piel, me acerco a su rostro, me apoyo y ella sigue repitiendo lo mismo. Hermosos cuentos. Entonces llega el camillero, con el médico y yo la acompaño hasta la terapia intensiva sin saber las consecuencias. Estoy un poco angustiado cuando veo que la camilla atraviesa una puerta que no sé si podré traspasar para verla de nuevo. Solo me quedan grabadas sonando, como en eco, sus ultimas palabras de este momento. Hermosos cuentos, hermosos cuentos… hermosos cuentos.

42 respuestas

  1. Gracias por compartir tu sentir, tu historia con tu mamá, me quedo con la frase “no tener vergüenza de expresar el amor” gracias por esto.

  2. Lloro mucho con esta serie de cuentos. En parte recuerdos, en parte nostalgia por no haber tenido una madre que me amase, una mamá como la tuya, que me dijera que hermosa sos, hija.
    Pero también ame y acompañé a mi mamá. Hasta el final.
    Somos del sur, y nunca me leyeron ese cuento.
    Gracias por compartir.
    Hermosos cuentos.

    1. Hola moni, gracias por comnentar un tema tan delicado, aqui, conmigo y con quienes leen esto. Que bueno, que pudiste amar, no por devolver algo que gue te dieron, sino por elegirlo

  3. Hermosos hijos tiene tu mama. Esos hermosos cuentos deben ser parte del secreto y de su legado. Que todo sea con paz y amor. Abrazo

  4. Gracias también por traer a estos tiempos a José Murillo y Ana María Ramb, que están detrás de esos huemules, de tus recuerdos de infancia y de tu mamá.

  5. Relatos catárticos y que llegan de manera profunda. Permitirse sentir es algo que no tiene precio y transmitirlo de la manera en que lo haces, me llevan hasta las lágrimas.
    Me invitas a recordar y reconocer que en algún momento de mi niñez sentí vergüenza por mis padres y fue por alguna cosa sin gran importancia. Al parecer es algo que nos ha sucedido en la infancia.
    Gracias por estos viernes que compartís tu sentir y pensar.

    Al leer que tu madre repartía el diario de los comunistas, me hizo recordar el libro de la madre de Maxim Gorki.

    Abrazo afectuoso

  6. Hermoso relato! Mi mamá no me decía lo que la tuya. Y no recuerdo que me leyera pero me compraba muchos y yo vivía leyendo. Un abrazo!

  7. Hermoso cuento,no pude dejar de recordar, cuando mamá , partió.Ella también me leía cuentos,cuando era pequeña.Cada cuento,me retrotrae,en mis momentos similares Gracias,por poder leerte.

  8. Bravo Sérgio !!! Muito obrigado por essa partilha com todos nós, do seu coração, da sua sensibilidade, da sua Arte !!!

  9. Me viajó en el tiempo, la introducción tiempos de triple A, iba de la mano de mi mamá por la calle 848 de San Francisco Solano íbamos caminando hasta Pasco porque estaban arreglando la calle pasábamos x un descampado y otras madres decían: » anoche anduvieron los sátiros encontraron a uno colgado de un árbol. .».
    Eran las seis de la mañana . Después seguia en un bondi hasta la escuela . Sola con mi hermana. Yo seis años y mi hermana ocho.

    Gracias x tus recuerdos emotivos.
    Tus escritos me transportan siempre algún lugar escondido de la historia.

  10. A tiempos duros, cuentos hermosos! Te/les abrazo desde el alma, Sergio querido… qué privilegio, leerte!

  11. Respirar apenas para llegar al final de este relato, el resto del aire quedó en los primeros párrafos. Tu madre es una hermosa y valiente mujer que te ama, como vos a ella. Todas las madres aman a sus hijos y no habrá madre que no los vea hermosos. En esto no podrás contradecirla, eres hermoso para ella aunque tu no lo seas. Este viernes de relato no es un hermoso cuento que leemos con regocijo, lo hacemos con tristeza porque la tristeza es la que acompaña nuestro espíritu, lo intangible que aprieta el corazón y te dice que no es un cuento. Abrazo Sergio.

  12. Ah! Para mi siempre has sido un ser de “hermosos cuentos”… cuentos tridimensionales…
    variodimensionales…
    Gracias 🍃

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