Escritor, cineasta, actor, director, formador

El titiritero está en Quito, con 20 años de risas a cuestas.

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por Sergio Mercurio

Diego Ortiz. Redactor Jueves 07/03/2013
Pies, cabeza, manos, hombros, piernas… No existe parte alguna del cuerpo de Sergio Mercurio que no le sirva para provocar carcajadas en el momento que asume el papel de El Titiritero de Banfield, quien por cierto en esta semana celebra en Quito sus 20 años sobre los escenarios y lo hace con una especie de collage de sus obras en las que participan sus mejores títeres. Hasta este viernes, las tablas del Teatro Nacional Sucre son testigos de las locuras que Mercurio presenta en esta retrospectiva titulada ‘Bobi regresa’. Allí, personajes como la Abuela, la Bruja Caca, Abuelo y Nieto, entre otros, se apoderan por cerca de dos horas del escenario para hablar de temas que van desde el romance hasta el feminismo más radical. Para el público capitalino, una de las sorpresas de la noche fue la vigencia de los diálogos de Bobi. Desde su sarcasmo hasta sus ocurrencias con los asistentes, en la primera noche de función el pasado martes, pocas fueron las palabras que no prendieron la risa y llenaron el teatro de aplausos. Otro detalle destacado fue presenciar que los años han añejado la comedia de Mercurio, dejando ver que dos decenios como profesional le han dado un halo de brujo sobre las tablas. Es impresionante ver cómo cambia de personalidad cada vez que entra un títere al escenario, asumiendo, de esta manera, dos roles al mismo tiempo como si se tratase simplemente de cambiarse el calzado en cuestión de segundos. Una de las preguntas que entre el público se cocía previo a la función del martes era si los niños podían presenciar el espectáculo. A pesar de haber ciertos comentarios algo subidos de tono, a la postre cada uno de los personajes de Mercurio no sobrepasan el límite de la tolerancia para los más pequeños. Los que en estos días vayan a ver las dos últimas presentaciones de Mercurio y su arsenal de títeres y humor deberán estar preparados para una cosa en especial: ser objeto de un comediante consagrado a su oficio. Cuando el Titiritero de Banfield está trabajando, a él parece no importarle quién, de entre las bucatas, lo acompaña durante sus representaciones. Bien sea una ama de casa o un político respetado, lo que este argentino hace es comedia, una que no mira posiciones sociales sino que engrana diálogos según va apareciendo el público. Aquí vale recordar, por ejemplo, algo que sucedió con su títere borracho el martes, quien entre copa y copa le dedicó un poema algo jocoso a una desconocida: Gabriela.

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