Escritor, cineasta, actor, director, formador

La Fecha Exacta

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por Sergio Mercurio

Las veces que me encuentro a personas que nacieron el mismo día que yo, es solo mirarnos para compadecernos; sabemos que mientras fuimos chicos nadie vino a nuestro cumpleaños. Hay solo una fecha en todo el calendario donde ningún padre lleva a su hijo a esa fiesta y ese día es el que nací. Los que nacieron el mismo día que yo tenemos una relación muy especial con el calendario y somos dados a buscar coincidencias, ninguna me puso la piel de gallina tanto como esta que voy a relatar.  Una tarde mi abuelo me pidió que lo acompañe a ver a su madre y me anticipó que me abrigué porque la casa era fría.  No era la casa. Simona era una persona fría contagiando una casa. Mi abuelo era uno de los hijos de su primer matrimonio pero parecía de segunda. En las fiestas a las que fuimos se veía claramente que ella prefería sus otros hijos. Mi abuelo no se inmutaba y  yo tampoco. Para quienes no lo sepan les cuento, tener una bisabuela es lo mismo que tener un cactus. Mientras permanecía sentado viendo a mi abuelo con esa madre me aparecieron preguntas. Quise saber. Mi abuelo frenó el Siam en un esquina y me dijo que no había conocido a su abuelo porque se había quedado en Italia y hasta donde sabía los Mercurio habían sembrado el miedo en el sur de la península. Me dijo eso en tiempos donde todo el mundo hablaba de la película El Padrino, lo que imaginé a continuación fue un tipo de traje negro y sombrero tirando tiros por el barrio. Así apareció la primer imagen de mi tatarabuelo; era un Padrino. Todo quedó en el olvido hasta que un día mi papá apareció en mi casa de Brasil para darme el pasaporte italiano. No somos Mercurio, somos Mercuri. Unos años antes, él había llegado hasta el pueblo donde había nacido el padre de su padre y había vuelto con la partida de nacimiento. Ahí le pregunté a mi papá ¿y el Padrino? Me miró desorientado. Hablamos. Todo indicaba que el Mercurio que se había quedado en Italia no necesariamente era un Padrino pero seguro era un irresponsable a quien no le importó enviar a Argentina a su mujer y sus tres hijos. En el año 2018 me sentí tentado a dilucidar el misterio. Al llegar a Italia me recibió mi amigo Fiore , en Guardia

Grele, en la casa que había construido su padre con su trabajo de zapatero. Cuando le conté lo que iba a hacer, no dudó. Te llevo. Era el 24 de Julio. Viajamos al sur, más allá de Nápoles y llegamos finalmente a Laurito. Pero no era en Nápoles. Había dos. La otra estaba en Salerno. Unas horas después llegamos. Era un pueblito en la montaña. Mi papá me compartió el video que había filmado donde había un pariente de su bisabuela, la madre sola que llegó a Argentina con tres niños en el año 1906. El video mostraba un gordo grandote, medio mecánico y con un sombrero piluso.  Golpeé una puerta y salió un gigante 30 años más viejo y con el mismo sombrero. A él le expliqué que venía a tratar de encontrar rastros del marido de mi tatarabuela.  A los tres minutos, mi nuevo primo me hizo recorrer todo el pueblo y me presentó todos mis parientes. Mientras caminaba por Laurito, la película de el padrino que me había hecho empezó a tener escenarios naturales. Allí confirmé que los dichos no tenían ningún fundamento. En esta región de Italia Mercurio no daba miedo. Para todos mis primos, mi tatarabuelo no existía. No era un mafioso, era un fantasma. Lo confirmaba que no había ningún Mercuri en todo el pueblo. Fui al edificio municipal. Mi bisabuelo nació aquí vengo a regalarle al pueblo mi espectáculo. ¿Cuándo? Mañana. Lo único que quiero es que me ayuden a encontrar datos de él. Buscaron los registros pero no había caso. Mi tatarabuelo no era de ahí. Tenía que buscar en otro pueblo. Había dos a unos 15 kilómetros. Vamos a buscarlo, me dijo Fiore. Subimos al coche y curva, contracurva, y charla. Elucubrar. Fue cuando comenzó con la cantaleta. Que nosotros somos amigos por algo, que nosotros tenemos una historia en común anterior a vivir en un mismo cuarto durante un año, que nosotros no solo recorrimos Bolivia juntos haciendo teatro. Que ahora íbamos a encontrar juntos mi historia italiana. Lo corté mil veces hasta que llegamos a San Antonio La Brucca  y encontramos un libro con el nombre de todos los habitantes del pueblo en el año 1900. No hubo caso. Fue ahí que un tipo curioso me pidió el acta de matrimonio de Settimio, mi tatarabuelo

el tipo la observó y supo descifrar lo que nadie y con esto me refiero a  dilucidar la profesión de mi tatarabuelo. El tipo dijo que el estaba muy acostumbrado a entender la caligrafía del 1900. Yo sabía que en aquella época y en esa región lo más común era ser un campesino. Fue entonces cuando el guardia municipal levantó la vista sonriendo y dijo la palabra mágica. Calzolaio. Tu tatarabuelo era zapatero. Yo traje a mi vista el acta de matrimonio, y la vista nublada pudo limpiar por primera vez esa historia donde no había un mafioso. A mi lado Fiore reía y me abrazaba gritando. Empezamos a saltar. El guardia observó aquello sin saber que lo que estaba viendo era como saltan los descendientes de los zapateros. La vuelta desde ese pueblo a Laurito fue un viaje a mi infancia y una conexión con mi amigo. Además fue recordar dos acontecimientos. El primero fue una anécdota que contaba mi abuela Elvira. Ella decía que desde niño si alguien me preguntaba que era lo que yo quería ser cuando sea grande, mi respuesta era instantánea: Zapatero. La explicación que daba se basaba en que me gustaba estar sentado. La otra historia tenía que ver con mi amigo de la primaria. Rechi era el hijo del zapatero de mi barrio. Lo recuerdo vivamente, en particular los partidos de futbol que jugábamos en la Nicolussi. Nosotros formábamos un verdadero equipos de troncos. Era el peor equipo de toda la escuela. Perdíamos siempre. Lo que nadie sabía era que nuestro objetivo secreto era al menos hacer un gol. En aquella época se reconocía que los equipos que perdían sin haber hecho un gol terminaban zapateros. Por eso había una frase que se repetía para estimularse: Zapatero Nunca. Nunca la grité, es más, siempre que la decían lo miraba de reojo a Rechi y trataba de decir algo para que él no la escuche. En la casa de mi amigo, y con sus padres yo comía unas milanesas espectaculares, mi casa era su casa y la suya, mía. Vivir en la casa del zapatero estaba muy bien. Por eso al  llegar de vuelta a Laurito, empecé a imaginar el lugar donde mi tatarabuelo tenía su casa, es decir, su zapatería. Esa noche dormí sobresaltado en una casa

que me había alquilado un primo. Al otro día antes de la presentación volví al registro civil. Con Fiore nos dimos cuenta de algo, nuestra búsqueda estaba mal orientada. No teníamos que buscar los datos de vida de mi tatarabuelo, debíamos buscar los datos de su muerte. Si mi tatarabuelo hubiese muerto antes del viaje de su mujer a Argentina eso explicaría todo. Me dirigí a la mujer del registro civil con la intención que verifique las actas de defunción entre 1887 y 1906. La mujer me dijo que era imposible hacerlo rapidamente pero que iba a enviarme un correo. Esa noche hice mi presentación en la casa municipal de Laurito, al terminarla expliqué al público, entre los que estaban mis primos, que dedicaba esa función a la memoria de mi bisabuelo, mi tatarabuela… El público aplaudió, fue entonces cuando la vi agitando un papel. Era la mujer del registro civil. Se hizo un silencio disruptivo. Todos giraron la cabeza al verla. Tengo un regalo. La mujer bajó las escaleras y llegando a mi lado me dio un papel, doblado, aclarando que en este caso no debía abonar nada. Todo el pueblo se me aproximó. Mi amigo Fiore se me acercó desde atrás y sacándose sus anteojos me los puso. Todos esperaban mis noticias. Así que leí en voz alta. El día de la fecha 25 de julio de 1898, muere en Laurito, Settimio Mercuri… Y es aquí cuando quiero hablar de fechas. El día que hice la función en el pueblo en que había nacido mi bisabuelo y el donde mi tatarabuelo eligió vivir y supo morir era el mismo. Un 25 de julio pero con 120 años de diferencia. Mi amigo me sostuvo al leer y el público se mantuvo a mi lado mientras yo lloraba. Como en el acta figuraba además la casa donde el había vivido, al salir del salón, me dirigí allí. Estaba en una callejuela de piedra muy pequeña y fue imposible confirmar si la que vi era la casa en la que él había vivido, pero me dio igual. Mi pecho estaba alegre, exaltado, mi alma estaba tranquila porque acaba de limpiar mi historia y todo lo había hecho en una coincidencia calendaria que pueden valorar mucho más aquellos que como yo empezamos la vida en una fecha poco favorable. 

Esa noche una emoción me abordó y me abracé a mi amigo, En el momento que eso sucedió yo tenía 50 años, la misma edad en que el murió y esta última fue la razón por la que dejó librado al azar el destino de su mujer y sus hijos.

Los dejó solos, no porque era un mafioso, un maleante, o un mujeriego, los dejó solos porque mi tatarabuelo, el zapatero, había muerto una fecha exactamente igual al día que yo fui a rescatarlo.

19 respuestas

  1. Que historia increíble! Gracias por rescatarla y contarla tan bien. Siempre es un placer leerte. Abrazo, Sergio

  2. Muy bueno Sergio , viste que tenés mucho en común con Fratarelli, su padre era zapatero…
    Por eso le dolió tanto cuando lo dejaste y abandonaste con el traje de Robin…

  3. Bravo, Sergio Mercuri! Este sería en realidad tu apellido pero como es muy común cambiarlo cuando uno es migrante, pues ahora es Mercurio. Me encantó conocer la historia de tu bisabuelo. La curiosidad nos permite vivir experiencias a veces agradables y otras, no. En este caso tu curiosidad por conocer la historia de tu bisabuelo fue una linda experiencia donde supiste que no fue “un padrino” sino un “zapatero”. Abrazo

    1. gracias Sergio por compartir! , hermoso este viaje de encuentro…pienso que los que afirman que el tiempo es lineal son tiempo planistas, todavia no experimentaron que hay más allá del horizonte de la historia.Abrazo una alegria cada semana leerte y seguir pensando…

  4. La verdad me esperaba una historia fantastica de mafia y caserones, me encontre con la emocion y la simplesa de una casita humilde, gran historia donde las coincidencias estan hiladas con amor, gracias por copartir, abrazo.

  5. Querido hermano: como siempre he disfrutado mucho al leer tu último escrito y coincido contigo en la importancia «semiótica» y «causalística» de los números en las fechas y acontecimientos vitales. De alguna manera (digamos «metafórica») tu labor cual zapatero si fue realizada; ya que con tus títeres, dramaturgias, escritos, labor pedagógica y entrega a la evolución cultural has hecho y reparado los instrumentos con los cuales caminas y nos ayudas a otros en el andar común… Sos un zapatero de la Cultura y ello vale mucho. Fuerte abrazo en la distancia.

  6. La narrativa nos llevó esta vez por los caminos de la famiglia pero no cualquiera, la familia que se hizo grande, poderosa, demandante, justiciera. La familia que asume mas allá de su rol de unión y armonía entre sus integrantes la protección y bienestar de la sociedad hasta donde alcancen sus esfuerzos. La familia como la ve un conocido filósofo argentino contemporáneo al ubicarla en un rol paralelo al propio Estado y casi en rango superior, por lo cual tu preocupación debiera haber sido menor. Pero seguí por los caminos que emprendiste en busca de una verdad y la encontraste y también la feliz coincidencia que tu tatarabuelo había fallecido en la misma fecha que habías elegido para rescatarlo del olvido. No tan feroz había resultado, mas vale un artista de la media suela y capellada lustrada, un romántico de las tachas y artista para guardar los clavitos en la boca. Noble oficio que supe admirar al zapatero de mi barrio. Un día contaré su historia. Vermú con papas fritas y fuerte mi abrazo !

  7. Bello. Es simplemente emocionante hasta la médula descubrir a un antepasado, ¡aunque haya sido un mafioso! En este caso, no fue así, pero si fue así tu vida misma lo habría redimido. Este cuento está lleno de milagros.

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