Escritor, cineasta, actor, director, formador

La Musaraña

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por Sergio Mercurio

Abre los ojos con miedo y me susurra algo como si estuviera un poco borracha: creo que tengo algo en la espalda. Sí, una manta. No, tengo un bicho que me esta caminando, sacámelo. No tenés nada, mamá. Sí, lo siento caminar. Acabo de pasarte la mano hace un minuto, me pediste que te tape, lo que tenés es una manta. No. Tengo… Hace una pausa para abrir los ojos, buscar y encontrar la palabra: una musaraña. ¿Queeeeeé? Vieja, ¿Vos sabés lo que es una musaraña? Sí, tiene muchas patas. ¿Y cómo es? Es como una agua viva. Ah, mirá vos, tenés una agua viva con patas. ¿Y cómo llegó un agua viva al segundo piso de un hospital? Por eso te pido que me la saques, porque es algo muy raro. Ahí me río. Fuerte. Bien fuerte. Es la primera vez que me río con ganas en todo el mes, y frente a ella. Me mira como me miraban mis hijas cuando teníamos diálogos como este, hace más de una década. Algo me enternece. Tenés que sacármela. Entonces me recuerdo padre de niñas, doy la vuelta a la cama y le paso la mano por la espalda. Salga, salga musaraña, salga, salga ya. Ya está. Ya te saqué la musaraña. No, ella se escondió, pero igual me voy a dormir, ¿está mal? No, no hay problema, podés dormir. Se mira la mano que tiene aun todo ese socotroco para volver a ponerle el suero en cualquier momento. Lo mira como si nunca lo hubiera tenido y ya hace más de un mes

que se lo cambian de diferentes lugares de su brazo y mano, entonces reflexiona: ahora esto, por fin, ya no me duele. Qué bueno. ¿Vos también estas internado acá? No, yo te estoy acompañando. Andate a tu casa, aprovechá que ahora te puede ir bien en Canadá y en Australia. Mientras me dice eso abre los ojos grandes e intenta ser convincente. Vos no podes trabajar en este hospital. Tenés que irte a Canadá. Te acordás cuando fuimos a Canadá. Nop, no fuimos.  Yo iba en la parte de adelante de la camioneta, íbamos juntos a un pueblo lejos. Ah, no, era  Bolivia. Fuimos a un pueblito que la gente tenía unos cascos de cuero rarísimos. Tus amigos me dieron comida, en la cabina. Después comimos chancho frito en la plaza. Lo que siempre me acuerdo eran las sandalias que tenían las personas, negras, gruesas, rústicas y cruzadas en la parte de arriba. Se llaman abarcas. y ese lugar se llama Tarabuco. Sí. Fuimos ahí juntos con tu amigo Ivan. En una camioneta. Sí. Comimos chancho frito. Cuando salga voy a volver al gimnasio con Sergio., porque él te mira desde arriba pero te protege. Me voy a sentar, porque me duele la espalda. Bueno. ¿Ya nos vamos? ¿A dónde? Yo que sé, estoy medio perdida. Vos decime y vamos. Decidilo vos. Pero a Bolivia de nuevo, mejor no. Porque es muy lejos. Sí. Mejor por acá, nomás

¿Está mal que esté cansada? No. Estoy muy cansada. Me lo dice disculpándose y yo asiento. Bueno, entonces me voy a acostar porque me duele todo el cuerpo. ¿Hace mucho que no escribís? Escribí un cuento de unos viejos que se venden los cuerpos. El otro día escribí un cuento, te lo leí, y te quedaste dormida. Es que era bastante malo , escribí algo mejor. ¿Sabés de que se trataba?. Primero hace trompita y dice: Nop. Hablaba de vos. Ah, entonces era bueno. Mirá, mejor andate ahora porque me cansé y me voy a dormir ¿vos te vas a Chile, no? Hoy es un día para reírse. Está mejor en todo sentido, solo tengo que seguirle el juego, de vez en cuando. ¿Te acordás cuando fuimos a la selva amazónica? Yo fui en micro. ¿Mamí, vos sabés la distancia que hay hasta la selva amazónica? Mas o menos. Vos nunca fuiste a la selva amazónica y yo tampoco. Puede ser. Pero, solo sé que te están buscando. Vos ahora te vas a ir a Canadá. Ahí te va a ir bien, en Canadá y en Australia y sobre todo en la selva amazónica. ¿De dónde sacaste eso? Los indigenas de la selva amazónica te están buscando para hacer un espectáculo. Lo sé todo. Me conecto y lo sé.  ¿Vos decís que si voy a la selva amazónica me van a contratar para hacer un espectáculo? Ahí vuelve a revolear los ojos como una niña. Y…es muy posible.  Entonces se pone seria. Y si no te contratan por ahí te matan.  Porque puede ser una trampa. Ah, y vos querés que me arriesgue a ir al muere. Yo no, la musaraña.. Me río de nuevo. No te rías, tengo una musaraña y vos te reís. ¿De qué te reís? Viejita, vos estás soñando, no sé lo que es una musaraña, no sé si vos sabés y no me parece una buena idea ir a la selva amazónica a dirigir un espectáculo. Bueno, te lo perdés. Yo te avisé. Sabes como me duele esto que tengo acá, esto del suero. Me acabas de decir que no te duele. ¿Y? ¿No se puede cambiar de opinión? ¿Qué somos? La acaricio. Mis manos tocan sus huesos y esa película que los recubre. Ella se deja acariciar. Está más dócil. No parece ser la mujer que yo abrazaba unos años atrás y a quien le reclamaba que se ponía hosca. Ahora esta suave. Ya hace tiempo que no demuestra aquello que Galileo Galilei reclamó de los nacidos en el signo de Escorpio. La pérdida de la memoria la ha hecho vulnerable.

Más suave, más tranquila. Ahora parece que va a decirme algo importante. Y eso es también algo habitual. La confesión. Yo tengo cosas que me gustaría decir. ¿A quién? A mí misma. Bueno. Decítelas. Yo me arrepiento de algunas cosas que hice en mi vida. ¿Vos tenés cosas que te arrepentís? Sí, mamí, tengo. Yo también. Ahí va a hablar sobre todo de Silvia, mi hermana. Yo la observo, me habla y confiesa cosas que la chica que está acostada en la cama de al lado escucha. Ya hicieron una relación porque hace un mes están esperando salir. Pero mientras esperan, la vida acciona. Yo no tuve una abuela, dice la chica, vos sos mi abuela y te quiero. Oveja tiene razón: no planees como si esto fuera a acabarse. Esto puede durar dos días o veinte años. Las enfermeras deambulan, unas repiten la palabra amor bastantes veces. Cada cierto período de tiempo entra una persona de la limpieza. Sandra se ha apegado a mi madre. Con y por ella mi vieja ha cantado unos tangos. El hospital esta bastante bien sino fuera por la musaraña. Acaba de despertarse después de unos segundos para reclamar de nuevo que tiene un bicho en la espalda. Yo busco en mi memoria y creo no tener idea que cosa es una musaraña. Sé que existe, pero no tengo una imagen, creo que es algo como un oso hormiguero. No me acuerdo. Ahí ella vuelve al susurro desesperado, sacame la musaraña. Yo te la saco si me decís que cosa es. Tiene muchas patas. Ah. Y que forma tiene. Tiene la forma de una pizza de muzzarella. ¿O sea que es una muzarrella con patas.? Sí. ¿Vos tenés una pizza atacandote? Sí. ¿Y cómo sabes que es una muzzaraña y no una fainaaraña, o una fugazzaraña ¿Me queres tomar por loca? Mirá que te denuncio o peor aun le pido a la musaraña que te ataque. No, está bien. Yo no puedo para de reír, pero como ella está seria vuelvo sobre su espalda y se la saco. Salga, salga musaraña. Vuelvo a casa y lo primero que hago es buscar que cosa es una musaraña. Y resulta que es un ratoncito diminuto, tan diminuto que cabe en un dedo. Para ser exacto, caben dos o tres en un solo dedo. Entonces vuelvo a abrir un documento de texto y me acuerdo lo último que hoy me dijo: Anda  y escribí, pero por favor te pido. No escribas pavadas.

26 respuestas

  1. Lindo! Em português musarana lembra a palavra aranha e fiquei imaginando durante toda a escrita, uma grande aranha desenhada com linhas vermelhas, como as que Louise Bourgeois fazia.

  2. Sergio, lindísimo volver a leer tus textos de los viernes. Éste tiene una enorme ternura y sin embargo el tema de fondo es doloroso. Muchas gracias. Gran abrazo

  3. Mas allá d lo risueño y mas cerca de la realidad uno encuentra el muro de la contención anímica para escribir, sobre todo cuando de por medio existe amor, mucho amor, ese amor descarnado que cala hondo y brota como sentimiento eso de que estamos hecho junto con la razón. Leo tu texto, con dificultad- no me entregaron todavía los nuevos anteojos- voy recorriendo muy despacio par que no
    me salten las líneas y descubro una especie de sincretismo literario entre tu razón y tu sentimiento y eso hace que el placer supere la tristeza, que el esfuerzo no sea un vano intento en busca de un alegría reparadora. Me encantó el relato, me ha dejado un poco de alegría y otro poco de tristeza, es así. También aprendí sobre esa musaraña, el pequeño ratoncito que se como todo lo que se mueve a su alrededor, según gugle. Como siempre, abrzo Sergio.

  4. Qué tierno Sergio, me dió mucha ternura saber de tu mamá, la recuerdo con mucho cariño, dale un beso de mi parte

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