Escritor, cineasta, actor, director, formador

La Abuela de Aurelio

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por Sergio Mercurio

Luego del estreno de Viejos en Quito, en el año 2007 fue la primera vez que la vi, estábamos en la casa de Aurelio, en el valle, para estar en lo verde y ver a lo lejos los volcanes. Mi abuelita quiere hablarte, me dijo Aurelio y fue a buscarla, quiere pedirte un favor muy especial. Diego me pasó el teléfono y escuché la voz de un hombre llorando: Eduviges es mi madre, repetía, Eduviges es mi madre. Ahí, la vi que venía agarrada del brazo de Aurelio. Devolví el teléfono. Estaba muy emperifollada para encontrarme. Su amigo me llevó a verle y quiero pedirle un favor especial.  No sé si será posible, Vea, me he quedado encantada con todo pero quiero, por su intermedio, hacerle llegar un mensaje al personaje que apareció último. ¿El profesor?  Exactamente. Le miré las manos venosas saliendo de las mangas de su saco beige. Quiero pedirle la mano.La abuela de Aurelio me mantuvo la mirada y esperó.  Mi risa hizo un ruidito, ciertas personas beneficiadas por la altura no tienen otra opción, si quieren acercarse a los demás deben agacharse. Aurelio lo hizo. Su risa bajita pero constante, me animó a hablar y solo atiné a confirmar si le estaba pidiendo la mano al personaje que yo había creado. Sí, claro. Usted cree que puede hacerle llegar ese mensaje, no tengo apuro con la respuesta. La abracé y le dije que sí, que yo se lo iba a hacer llegar. Un respiro me permitió sentir el valle, el domingo, mi amigo y su abuela, una mujer de 99  años que había venido a agigantar algo que yo creía haber creado. Es una tentación llamar trabajo a lo que yo hago, pero yo no trabajo de actor, no hago teatro, no soy titiritero, no creo espectáculos, en realidad no tengo la menor idea de quien soy y no tengo la menor idea de lo que hago hasta que de repente suceden estas cosas. Una mujer de 99 años se le ocurre que debe venir a hablar conmigo porque el día anterior se enamoró de un personaje de una obra en la que yo participé, cabe agregar que ese personaje está hecho de goma espuma, restos de un colchón, un poco de juego, misterio, mucha constancia y conexión. En el momento que esa persona se me acerca y me pide lo imposible, activa algo que me hace sentir espléndido, me hace ver la tela de araña en la que camino y siento más que nunca que podré engordar y llegar a ser un elefante y balancearme en ella junto a otros de mi misma especie, mientras un coro de niños canta que somos varios, somos varios. Ese pensamiento lleva media centésima de segundo pero va a durar toda la vida.

En eso la lucidez se parece al orgasmo, a la concepción, lo imposible sucede en un milésima de segundo y si uno invierte algo de sustancia tiempo, podrá en ese instante acceder a lo infinito. Mi única riqueza está compuesta de esto. De una mujer que cree que es verdadero lo que imagino. No me parece extraña porque creo lo mismo, siempre han sido verdaderas ciertas cosas que otros han imaginado. Las noticias, eso que falsamente llaman política, no me dice nada y no me ayuda a vivir. Alguno puede estar tentado a pensar que me limité a vivir esa experiencia y ahora contarla, pero no es así. Fui más allá, en cuanto  volví a mi casa y pude, me dirigí a mi taller para aburrirme, me quedé sentado mirando el vacío, hasta que cierta somnolencia me permitió divagar en la frontera del sueño. Cabeceé dos veces, hasta que una mano se apoyó en mi hombro, giré y lo vi, era El Profesor, estaba parado frente a mí sin que nadie participara en su existencia. Nos miramos. Pude haberle dicho lo que había sucedido con la abuela de mi amigo. Pero me di cuenta que ya lo sabía. Entendí que él mismo quería pedirme algo. Cuatro años después volví a Quito al mismo teatro donde me había presentado. Llamé a mi amigo Aurelio y lo conminé a llevar a su abuela. Tiene 101 años, me dijo. Es mi invitada. Actuamos. Al finalizar la obra, conté la primer parte de esta historia, me refiero a la parte que habla de una mujer de 99 años que me llama para que yo intermedie en el pedido de mano de un personaje, tal vez como ella, y cuya principal característica es que necesita ser llevado por dos personas. Los que allí estuvieron me escucharon y pudieron entonces ver salir al profesor de bambalinas con un enorme ramo de flores. El profesor bajó las escaleras del teatro y fue hasta una de las filas donde Maruja, la abuela de mi amigo, la mujer de 101 años estaba sentada, le entregó las flores. He recibido su mensaje, y no quiero parecer ingrato, pero para serle sincero no creo estar preparado para tanto. Si lo que relato parece una invención basta solo ver el video que lo confirma.  Al terminar de verlo uno puede caer en la tentación de pensar que esto que sucede aquí es lo que yo hago. No es así. Yo no hago esto. No lo hice. Eso sucede muy pocas veces,  no solo en mi vida, sucede en la vida de todos, solo que algunas veces he estado ahí, o muy cerca. Mi trabajo es una excusa perfecta para tratar de estar cerca cuando alguna cosa maravillosa suceda en el mundo. 

10 respuestas

  1. Una maravillosa experiencia. Esa magia que solo logra el teatro. Existe, esa magia existe.

  2. Sergio, querido. Es que, para nosotros, todos tus »personajes» siempre fueron reales. Tal vez sea eso lo que haces. Dar vida. No hay duda que sos un dulo !

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