Venía durmiendo mal hacía dos días, el primer sueño tuvo que ver con Emi.
—Soñé que a Emi se la tragaba una topadora, mirá: “estoy todo sudado”.
Emi nunca fue un fanstama entre Doris y yo, por eso fue ella quien me trajo el teléfono al baño para que la llame.
—Negro, llamala, llámala por las dudas, los sueños siempre dicen algo.
Ni me sequé, agarré el teléfono.
—Emi, ¿cómo estás?
—Bien negro, ¿qué te pasa?
—Soñé con vos, que estabas mal y me preocupé.
—Lo único que tengo es dolor de dientes por lo que te conté que me iba a hacer, esa cosa en las encías. Pero no. Negro ,no te preocupes, estoy bien.
—¡Cuidate!
—jajaja, cuídate vos también Negrito.
Cuando corté me quedé con ese malestar de locos. Era la comida, estaba seguro, había comido higos, muchos higos, eso me daba muchos sueños raros.
—¡Fueron los higos!
—¿Qué?
—Los higos que comí después de la cena, me comí seis higos, los higos son de difícil digestión.
—¿Y esa nueva teoría de donde la sacaste? ¿Te apareció en la aplicación?
—No me cargues, me lo dijo la nutricionista, “nunca coma higo de noche”.
—Nunca le hiciste caso de nada a la nutricionista sin embargo, parece que te acordas todo, sobretodo cuando eso te hace mal. Acordate cuando estés por hacerlo, Juan Manuel.
—Basta Doris, déjame en paz.
Me fui a la cocina y me hice un jugo de piña, la piña limpia, me va a resolver la digestión.
Al mediodía en el trabajo no pude estar tranquilo, estaba como gestando algo, una enfermedad. Me lo crucé en el café a Don Irineo
—Sabe que estoy con una intranquilidad que no me es frecuente, estoy pensando en una pesadilla que tuve. Tengo algo raro, por ahí me estoy por enfermar.
—El cáncer no avisa.
—¿Qué?
—El cáncer no avisa, a el esposo de mi prima lo liquido en 6 semanas. Si lo hubiera visto antes, no me lo creería, derrochaba salud. Jugaba al tenis.
—Y bueno el tenis está indicado como una causa probable.
—No sabía.
—Si. Es una cosa que leí en una aplicación.
—¿Usted sigue las noticias por ahí, no?
—Exacto me gusta estar actualizado.
Algo me inquietaba y no sabía que era.
A la mañana fui a llevar a la empleada a que resuelva eso. Me senté en la camioneta a esperarla, tenía sueño, tiré el asiento para atrás, y me puse la toalla húmeda en los ojos, hacia un calor de muerte.
—Voy a lagartear un rato.
Apenas puse la toalla en la frente me aparecieron de nuevo los pensamientos. Me imagine que un tipo venía desde atrás de la camioneta y aprovechando que estaba como un pavote, me degollaba. Traté de separarme de ese pensamiento pero no iba a poder hacer nada. Abrí la guantera, lo saqué y me bajé. Me quedé apoyado en la camioneta pero del lado del taller. La mujer estaba esperando que le entreguen la màquina arreglada. La vi de lejos, estaba casi amaneciendo. Hoy no voy a dormir. Ahí me empezó a picar la mano. Me rasque, me rasqué y tuve ganas de gritar.
¿Qué me estaba pasando?, me dio algo eléctrico en la rodilla. Sali del carro y me puse a mirar la rueda. Agarré un palito y le empecé a sacar un pastito que se le había metido justo en el pico, donde se infla. Me acuerdo que pensé “esto puede generar un problema”. En ese momento empezó todo. Estaba del lado de afuera de la puerta del acompañante, los vidrios subidos como espejo malo, lo vì a trasluz, venía atravesando la calle con la camisa abierta, ya debía estar en los 28 grados, seis de la mañana y veintiocho grados. Terrible. Venía directo para la camioneta, no eran los higos, le cruce la mirada una milésima de segundo y la bajé, me di cuenta que me iba a encarar iba a doblar en dirección de la trompa de la camioneta. El tiempo se me detuvo. Algo primordial. Con discreción me empecé a alejar del tipo, me fui para la cola de la camioneta como quién se aleja de la acción, por ahí ,si el tipo venía al taller, iba a pasar sin verme.Estuve casi seguro que si iba al taller yo iba a conseguir dar vuelta a la camioneta sin que me viera. Además lo que le puse a la camioneta para cubrir la parte de atrás iba a ser perfecto para esconderme, pero no, el tipo pasó la trompa y giró para mi lado. No tenía que mirarlo. Venía rápido y yo iba lento, cuando me dí vuelta lo tenía a 3 metros, era grandote, o parecía grandote, tenía el pelo un poco revuelto, de dormido, pero estaba despierto, el hijo de puta estaba totalmente despierto a las 6 de la mañana y con un cuchillo de este tamaño, el hijo de puta esta totalmente despierto a las 6 de la mañana y con un cuchillo, así de grande como para matar un toro, para matar un caballo, al levantarlo puso el filo, arriba de sus ojos ,y no me llegó a enceguecer porque yo lo tenía encañonado. En el momento que me fui para atrás, saqué el revolver de la guantera y me lo calcè al pantalón. Atrás. Tenìa la camisa suelta. En un gesto uniforme, en un mismo movimiento, me di vuelta y lo posé por encima de mi mirada, la única forma de usar un revolver es esa, nunca abajo, siempre arriba ,siempre en la línea del ojo. El tipo se quedó inmóvil porque no se esperaba mi reacción, yo en cambio venía buscando un desenlace al sueño, ahora tenía ahí la explicación, de los nervios me reí:
—Te jodiste hijoeputa ¡date la vuelta y ándate!
Fue peor hablarle. Se puso en furia. Fue una locura lo que hizo.
—Usala cabrón, usala si sos macho. Tira acá al pecho. A ver.
Ahí dio un paso y bufo. Yo di un paso para atrás. Era un búfalo.
—No me jodas hijoeputa, ándate a la mierda con tu cuchillito, no te das cuenta que la cagaste. Esta no te salió dale, ándate.
Pero el muy cabrón se abrió la camisa con la mano izquierda y me pecheó, así con la pera en alto, “tira cabrón si tenes huevos”, me dijo.
Yo no tuve tiempo de calcular nada. Vos sabes el tiempo que dura eso. Es lento pero es rapidísimo. Rapidísimo. Pero lento. Muy lento.
—Me jodiste. …
Se agarró el estómago, justo donde le había pegado.
—Te avise hijoeputa! Te avise ¿por qué no te fuiste?
Esos momentos son increíbles porque el tipo ,asi, tirado en el piso sin soltar el cuchillo, no tuvo mejor idea que decirme.
—Ahora me vas a tener que acabar porque si no yo acabo con vos. No me dejes así hijoeputa porque te voy a acabar en un tris.
Vo podes creer que ahí el tipo sacó el celular con la mano izquierda, sacó el celular y lo abrió, y empezó a marcar un número.
Esto fue aun peor que lo anterior porque la adrenalina me hizo disparar 4 veces más. Nunca soltó el cuchillo. Nunca.
Recién ahí empecé a temblar.
Ahora lo pienso. Debería haber corrido, total el tipo no me iba a correr sabiendo que yo tenía un revólver. Sí, pero todo esto lo pienso ahora. En ese momento, es otra cosa, en ese momento no estaba en nada. Estaba en esa mierda, ¿por qué mierda no bajó el cuchillo y se fue?, ¿qué mierda quería robarme a las 6 de la mañana?, ¿la camioneta? No sé, no sé, no sé. Miré para adentró del taller y todavía no había salido nadie, miré para la calle y había un tipo barriendo que miraba fijo agarrado al escobillón.
Miré para arriba, y no estaba el cielo, estaba el porta lámparas vacío del taller moviéndose solo, después miré un poco para el costado sabiendo que estaba el mundo. Guardé el arma todavía caliente y me di cuenta y lo dije.
—Llegó nunca.
2 respuestas
No hace falta que odies tanto al ltenis te hace mal a vos
jajajaja. No lo odio.