Escritor, cineasta, actor, director, formador

El mundo ha empezado en Claypole

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Como estaba previsto el 21 de diciembre de 2012 terminó el mundo y el 22 el mundo nuevo comenzó. En Claypole. Después de la última cena del mundo anterior se inauguró el nuevo con un almuerzo, el lugar elegido fue un taller mecánico. Hombres, una sola mujer, madre a los 16 años. Se rindió, como en el mundo pasado, homenaje a Baco y como el mundo pasado hubo orgía de carne. Posters de mujeres tetonas en las paredes y una bicicleta colgada del techo por si alguien quería escaparse volando. Como cualquier taller mecánico que se digne se cerró la fosa de reparar lo de abajo de los autos y a fuerza de caballetes se armó la mesa. Observaron el acontecimiento llaves tubos numeradas, un ventilador blanco subido a una silla y por lo expuesto se alineó y se balanceó la vida para este comienzo. Primero fue el griterío y la risa facil hasta la llegada de los reyes magos venidos de muy lejos. El Goliath del taller grito:
— ¡Llegaron los Bee Gees! lo que hizo que los gladiadores estallaran en carcajadas. Posteriormente hubo presentación de armas, y hubo recuerdos de caza hasta que el hombre del verbo, el que asó la carne, el que iba a inaugurar el mundo utilizó el verbo sin un disparo. Tomó entonces el libro en sus manos y trató con la horda, los silenció a fuerza de argumentos, de historia de viajes, de desencuentro y no tanto. Demoró la lectura, no se cuánto y tuvo que trenzar a Goliath mil veces
— Miguel, podés parar de joder, no me dejas hablar , la puta madre que te parió!!!
Al final logró la atención, entonces levantó el libro yóseñalo a uno de los reyes magos. Hizo preámbulo y a continuación lo hizo. Pronunció buscando intenciones, consiguió paralelismos mientras traducía en el acto, hizo aclaraciones y en el momento del pasaje infinito que hablaba de lo mejor del mundo pasado se atragantó de recuerdos y lloró por sus antepasados, bravo y enorme. Miró a los ojos a los soldados y nadie titubeó, entonces hizo fuerza y trepó para llegar al final del texto pero no pudo. Hubo entre la tropa constrangimento pero por recuerdos de batalla nadie osó cortar el silencio. Nadie que muere luchando puede olvidar. El general se hizo maestro hablando y ensangrentado, lloró más, apegado al libro. La tropa entonces, Goliath al frente, bajó la guardia. Ni la mujer desnuda quiso taparse en los cuadros.Las herramientas mejoraron el filo, roncó un camión a lo lejos y todo el ejercito puso rodilla al piso y manchó el taller llorando. Los Bee Gees, reyes magos unidos de tierras lejanas, se miraron y asintieron. Entonces uno de ellos repartió los libros y el ejercito pagó en monedas de oro y después se fue todo para adentro, se gritó VIVA PERÓn y se guardó la guerra. Habló el anciano entonces, habló la mujer anciana, madre a los 16 años y dijo que estaba de paso. Que toda la vida estaba de paso, dijo que hasta ese taller era tierra extranjera para ella que lo había hecho con el anciano. El anciano dijo que no hay riqueza que alcance para un encuentro, que no hay pobreza que lo garantice. Goliath se mojaba la cara para que no se vea que habia sido derrotado por sus propias lágrimas, iba y venía al calor del cemento y volvía cada vez peor, cada vez más humano.
Hubo que celebrar entonces el comienzo del mundo y se bebió de nuevo y se dijeron cosas que fueron escuchadas — Hay que cantar, gritaron.
—¡Traigan una guitarra carajo!
—Subanse a una moto y traigan una guitarra, afánenla, si es necesario.
—Callate la boca puto, dijo uno.
—El no es puto, dijo el maestro, puto es su marido.
Volvió entonces todo a su curso pero no a su lugar ni a su tiempo.
Goliath se acercó a los reyes y les dijo:
— ¿De verdad vienen de lejos o me están jodiendo?. ¿Ustedes se vinieron de Rosario hasta acá para comer un asado? ¡Qué hambre deben tener, loco! ¿Es verdad que saquearon todo estos comegatos?
Nunca llegó la guitarra pero fue imperioso cantar,y se forzó al que había terminado el reparto. Pió la música, vino la gloria de mano del sodero cantor. Y otro vociferaron largo.
Para no perder la costumbre y para practicar la guerra se combatió al truco, fue una batalla desigual, enérgica y bacanal y ganaron los que no perdieron. Al momento del cenit, los soldados levantaron en aire a los Bee Gees y los llevaron hasta los camellos.
—Mirá el auto que pegaron estos putos— dijeron.
—¿Cuánto tardan hasta Rosario?
—Vayan con cuidado, dijo la mujer.
Uno de los Bee Gees no quería irse, había bebido demasiado, pero otro aceleró el coche y por fin entre bocinazos se fueron.
Antes de llegar a la esquina giraron y vieron aun la cortina metálica en alto, el camión del sodero cantor , el cazador de venados, el pescador de hacienda y el maestro temblando.
Entonces ya en el camino, pasaron por el inmenso mercado que los llevaría a Banfield para comenzar el recuerdo.
Al llegar hasta el lago, asintieron.
— Está hecho, dijeron.
El mundo nuevo ha comenzado en Claypole.

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