Escritor, cineasta, actor, director, formador

El Testimonio de la Oveja

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Para Fernando Ramasso

Lo que divide a los predadores de los otros es la posición en que se encuentran sus ojos.

Los que tienen los ojos juntos atacan, atrapan a la victima, la despedazarán y sin siquiera dejarles emitir unas palabras finales se las comerán vivas. El predador desarrolla una táctica basada en la posición de sus ojos, coloca lo que quiere delante de él. Las presas en cambio nacen débiles, su tendencia a ser cazadas les ha hecho desplazar los ojos a los laterales con el fin de, al menos alguna vez, advertir el ataque a traición y poder salvarse. De qué le serviría al débil mirar siempre para adelante cuando será, en cualquier momento o edad, atacado por detrás o por los lados. A la espera de una sobrevivencia relativa las presas pastan juntas e incluso pueda que, un tiempo, huyan abrazadas, pero, en todos los casos: siempre una se da por vencida o es más pequeña y es atrapada. En el ADN de la presa está escrito el designio “Finalmente te tendrás que arreglar sola!”. La naturaleza, sin preferir a los fuertes ha posibilitado que la presa, a medida que las generaciones se suceden, vayan naciendo cada vez más con los ojos separados. A modo de ejemplo me gustaría que observen detenidamente la posición de los ojos de Julio Cortázar.

Una caricatura que hice alguna vez

La presa vive con la sensación de que el mundo es temporario, se las puede ver pastar tranquilas, pero en realidad están nerviosas, por eso mismo tienen un serie infinitas de estómagos. Si bien mastican las cosas lentamente, todo es ruin, porque una compleja arquitectura de estómagos insuficientes es quien finalmente deshace un pasto . El hecho de procesar las cosas tan lentamente nos permite afirmar que son un poco bobas. Su bobidad se demuestra en no haber tornado en fuerza su debilidad uniéndose, la incapacidad de haber construido ciudades para ellas mismas las ha hecho también apolíticas. Fruto de su bovidad, definición que en su etimología anuncia el vínculo entre lo bobo y lo bobino, han desarrollado un concepto religioso-místico llamado esperanza. Ciertas presas han, por cierta arbitrariedad, sido reconocidas incluso entre ciertos predadores. El haberse dedicado a la literatura ha incluso generado la simpatía de algunos predadores. Tal es el caso de Julio Cortázar.

Como todos sabemos si algo nos caracteriza a las presas, es la constante lucha por escapar hacia adelante, incluso cuando no podemos ni siquiera imaginar lo que nos espera. Nuestro huir nos confronta e interpela. La debilidad no está emparentada con la bondad. No solo estamos contentas de estar vivas, festejamos siempre que se hayan comido a otra.

Hasta donde se tiene conocimiento todas las presas tienen algo con Cortázar, no importa un rayo si lo han o no conocido, todas tienen algo. Como todos saben, en el mundo animal ciertos sentimientos se repiten con diferentes efectos. La envidia, que provoca la guerra entre los predadores, en el caso de las presas es el primer y más constante sentimiento. Cualquiera puede ver como el atrapado, antes de su último suspiro, mira con envidia a quien se ha salvado.

Cuando las presas se sienten a salvo, porque están observando que otra es comida, se imaginan fuertes y comparten cierta intimidades, fue en ese momento que una me hizo saber que odiaba a Cortázar, en su explicación detalló que su mujer puso un foto del citado en la heladera, anunciando tal vez cierto amorío, cosa que le hizo rumiar durante décadas hasta que comprobó la imposibilidad del hecho habida cuenta de la diferencia etaria. Me llamó la atención cierta vez, la confesión de

una presa gigante que me mostró su pata tatuada con una frase de un libro que a diferencia de otros: puede leerse de diversas maneras, al preguntarle la razón que lo había llevado, me confesó llorando que su cría tenía tatuado el cuerpo entero con de Cortázar palabras. En su extraño razonamiento tatuarse también algo de eso le haría retomar el vínculo perdido. Sirvan estos dos ejemplos para mostrar la bovidad de las presas

En mi caso yo no he leído a Cortázar hasta esta tarde cuando se estaban comiendo a otros y por puro azar me he dado cuenta que lo conocí y que durante un tiempo me había observado. Leer lo que escriben de una es sobrecogedor. Tal es mi caso, Cortázar puso mi actitud a la luz de los candelabros. Hizo que se me estudie al publicar su texto que llamó “Elecciones insólitas”*. En su relato estoy frente a la situación que vivi y que me hizo elegir lo que elegí ante una cierta variedad de cosas.

Yo no sé desde donde me miraba cuando yo finalmente entre la rubia, la cafetera, el par de medias, el tratado y la jubilación elegí la banana. No sé si me han estudiado más después del hecho. Solo quiero decir que la rubia me atraía mucho como concepto, ya todos saben que un morocho casi siempre se inclina por eso. A priori me pareció que iba a elegirla pero apenas la vi al lado de la cafetera se me hizo evidente que ambas no eran duraderas o que durarían un tiempo mayor al que yo necesitaba, el texto de ese tipo del francés no me dijo nada, aunque después me quedé desayunando que no hubiera sido mal elegirlo, habida cuenta que justamente explica que la presa solo puede ser comprendida si ha escapado. En ese sentido quiero decir que cuando me ofrecieron la jubilación estuve a punto de elegirla, me jugó en contra conocer tanto jubilado. Fue allí cuando vi la verdadera rubia, era más rubia que la rubia, más firme que la jubilación, menos discutible que el tratado y menos perjudicial a la salud que el café; me tiré las lanas para atrás, la pelé y mordí la carne suave de la banana sin ni siquiera mirar de reojo las medias.

Se podrá arguir que duró muy poco, pero he escrito esta especie de testamento con el objeto de que se comprenda la totalidad de mis actos antes de que vuelva a correr para salvarme. Si me preguntan si otra vez haría lo mismo, no lo sé, pero en ese momento y ante el apuro creo que hice bien en elegir la banana.

.

Yo no sé donde andará Cortázar en este momento, no sé que cosa andará escribiendo. No sé a cuanta oveja descarriada le prestará el sueño. Me intriga a veces imaginar si mientras corría iba pensando lo que escribiría en el descanso. ¿Cómo se hacía de tiempo para no morirse de miedo? ¿Cómo no intento, como muchos, seducir a las fieras? Me intriga, por ejemplo, saber si sigue arrastrando la r, fruto de no saberle ladrar a nada. Me intriga incluso saber si tomará bien mi elogio, esto para mí es algo nuevo, ya que lo único que realmente poseo es la envidia. Vivo sospechando predadores en todos lados y no suelo considerar a nadie como un otro, lo mío es esencialmente correr desamparado. Hasta ahora he tenido suerte, más de una vez el camino sinuoso me ha salvado. Sin embargo hoy estoy más inseguro que nunca desde que he visto a mi lado un lobo tener sobre su lomo la piel de una oveja. Por lo tanto y ante este infortunio, quiero hacerle saber que, a mi lado, como siempre, una infinidad de presas pastan en su nerviosismo tranquilo. Desde que pruebo estas letras he advertido la dificultad que emperra hacerlo, por ejemplo ahora mismo me ha venido ganas de escribir en nombre de otras, ¿cómo se hace para detener eso?, me he dado cuenta que yo no puedo hacerlo, la escritura no es para mí ; está claro; escribiendo me comporto como una fiera, no puedo controlarme y puedo escribir esto: Julio Cortázar en nombre de todas las presas, las que hemos caído y las que caeremos mañana quiero desearle que siga teniendo tiempo para escribir a su modo y ¡ah! buenas salenas.

*Elecciones insólitas

No está convencido .No está para nada convencido. Le han dado a entender que puede elegir entre una banana, un tratado de Gabriel Marcel, tres pares de calcetines de nilón, una cafetera garantida, una rubia de costumbres elásticas, o la jubilación antes de la edad reglamentaria, pero sin embargo no está convencido. Su reticencia provoca el insomnio de algunos funcionarios, de un cura y de la policía local. Como no está convencido, han empezado a pensar si no habría que tomar medidas para expulsarlo del país. Se lo han dado a entender, sin violencia, amablemente. Entonces ha dicho: “En ese caso, elijo la banana. ”Desconfían de él, es natural. Hubiera sido mucho más tranquilizador que eligiese la cafetera, o por lo menos la rubia. No deja de ser extraño que haya preferido la banana. Se tiene la intención de estudiar nuevamente el caso”.

Julio Cortázar

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