Escritor, cineasta, actor, director, formador

La soledad sin Mat

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Por Sergio Mercurio

La última vez que sucedió algo en mi barrio fue en 1972.

La única esperanza es que quienes estuvieron presentes en ese tiempo, atacados por la soledad, vuelvan a abrir las puertas de sus casas, por consecuencia su rejas, se asomen a la vereda después de verificar la cantidad de antílopes, cocodrilos, o peligrosos muchachos de gorrita y finalmente, al borde del césped lisamente cortado, giren la cabeza a los costados esperando que otro haga lo mismo para rememorar lo que a alguien se le ha ocurrido y por lo tanto hablar de Mat.

A Matías Lucer se le ocurrió cambiar su nombre evitando la última parte: de modo que el nombre de viejo que tenía se le transformó rápidamente en un nombre absolutamente moderno, foráneo, instigante y pegadizo. Mat deshizo a Matias. Mat fue el primero que usó bermudas, se le ocurrió también usar una gorra cruzada y nadie sabe porque cuando todo los jóvenes andaban en bicicleta se le ocurrió usar una patineta que nadie sabía de dónde había traído, a la que llamaba skate con el que andaba a una velocidad inusitada realizando piruetas que hoy dan puntos y generan premios en un campeonato de ese deporte. Mat andaba en patineta solo y parecía no tener amigos ni importarle, tenía sí un grupo de amigas que al igual que él eran raros. Para quien lo vio apoyar su pierna izquierda en el piso solo para impulsarse y pasar delante de colectivos como si nada, es posible que recuerden que se le ocurrió un día tener una radio. La radio de Mat transmitía para el barrio. En los años setenta, nadie tenía una radio en el garaje. Tal vez en el mundo existieran algún otro retardado encerrado en su garaje tratando de hacer alguna demencia pero la diferencia es que el otro retardado se llamó Steve Jobs y fue super conocido y admirado. A Steve le tocó el éxito: a Mat no. Mat tenía una radio que al parecer algunos escuchaban, pero la gran mayoría apenas nos limitamos a pasar por la puerta de su casa para ver la parafernalia y la antena infinita que fue la cosa más alta que hubo en toda la historia de este barrio. Ante la evidente ilegalidad la policía se hizo presente para encontrar el adulto responsable de semejante inverosimilitud pero ahí es cuando todo se desencaja más que nunca porque el padre de Mat no estaba en casa fruto de que los torneros mecánicos tenían en ese momento mucho trabajo en las fábricas y el padre de Mat era uno. A la hora que la policía llegó a la casa, la madre de Mat tampoco estaba, fruto que las profesoras de geografía también tenían trabajo en las secundarias nocturnas. Quienes atendieron a la policía fue una muchacha de 17 años teñida de rojo, con uñas negras, otra obesa de minifalda y con pestañas postizas, otra chica esquelética, vestida de negro, con un pelo esplendido y Mat que cruzó los brazos sobre sus bermudas, sus zapatillas Converse rojas y una remera totalmente pegada al cuerpo que al parecer nunca se le había ocurrido sacársela desde de haber cumplido los 9 años. Los policías que, hasta ese momento, habían comenzado a detener subversivos no supieron bien como reaccionar ante los cuatro fantásticos, uno de ellos entró furioso al garaje que ya estaba abierto y después de tratar de encontrar en su memoria algún recurso que la academia de policía le hubiera suministrado para esos casos, tomó con su mano derecha un cable y fue guiándose con ambas manos hasta el lugar donde estaba enchufado y haciendo un gesto brusco y definitivo, dejó sin electricidad la radio. Antes de salir, apagó también la luz del garaje, y acto seguido la luz del patrullero. Este apagón fue el símbolo de una normalidad que en 1972 se apoderaba del barrio.

Lo sucedido corrió como reguero en el barrio y fue ese el momento en que Mat entro en lengua de todos. Nadie sabía que eso iba a ser parte de los últimos sucesos en el barrio. Mas allá de los gestos policiales, la radio siguió funcionando e incluso aumento su audiencia. Algunos pocos eligieron pasar por la esquina de la casa de Mat y escuchar la música que ellos escuchaban y todos coincidieron que debería provenir de otros planetas. Un planeta de seres como Mat y sus amigas. Extraterrestres que más allá de sus caras oscuras, reían. Mientras en el barrio los adolescentes varones jugaban al fútbol, andaban en bicicleta y sobre todo se juntaban al borde del cordón y donde las chicas se quedaban dentro de la casa y no había absolutamente nada fuera de lo normal, Mat inventaba cosas. Su público parecían ser las 3 chicas pero tengo datos fidedignos que algunos otros que prefieren no ser nombrados lo trataron y cierto silencio auspicia que siguen recordándolo.

Mientras todo seguía detenido Mat volvió a romper el tablero y se le ocurrió algo que se susurró a los cuatro vientos. Reconocerse maricón en un barrio como el nuestro, hace 50 años, fue sin duda un gesto de hombría. Mat tuvo la idea de ser un homosexual, de bermudas con skate, con radio y en mi barrio. La gran mayoría de los que hoy tenemos 60 años nunca ni siquiera le dirigimos la palabra, ni siquiera lo tocamos, la mayoría de nosotros no tuvimos jamás un encuentro con él, y sobre todo jamás ninguno de nosotros tuvo alguna razón o anécdota que nos permitiera hablar de él, por eso permanecimos callados cuando al año siguiente; en un acto definitivo; se le ocurrió morirse de una enfermedad desconocida.

Eso fue hace 50 años. Hace medio siglo que este barrio se conserva perfectamente bien. A veces me preguntó si alguna vez el tiempo volverá atrás o si en el ir hacia adelante en algún momento habrá un espacio para , al menos con las palabras, citar un recuerdo. Me pregunto, hoy, que he dejado atrás la puerta de mi casa sin ninguna razón aparente y estoy mirando la calle desolada. Las casas se alinean perfectamente conservadas, detrás de las rejas, hay una paz y una calma que no dicen absolutamente nada. Esto es lo que todos soñábamos. Esto.

Solo puede romper este instante que alguien abra su puerta, y llegando a la vereda, mire a los lados me vea, se acerque y por consecuencia hablemos. Si la charla dura algo más de 10 minutos es inevitable que hablemos de lo último que ocurrió en este barrio. Tengo resquemor que solo podamos hablar de 1972, cuando todo empezó a detenerse. Me preocupa pensar que ese alguien inevitablemente hable de Mat, me preocupa la posibilidad de pronunciar que desde ese tiempo, aquí, a nadie se le ha ocurrido algo.

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