Escritor, cineasta, actor, director, formador

Extranjero

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Un cuarto de siglo  atrás vivía yo en el centro del mundo y por aquella entropía hizo Maria Isolda que el libro se me abriera. Su pequeñez favoreció mi lectura.  La vez que lo cerré por vez definitiva. Sucedió lo que a veces pasa. No podía apilarlo, esconderlo o devolverlo rápido. Decidí entonces exponerlo como algo más que un adorno. Ocupó durante un tiempo mi mesa de trabajo como si fueran flores.  Suponía o esperaba que, lo que en pieza entraran, se sintiesen abduccidos, que me preguntaran algo sobre el objeto pequeño y poder por algo finalmente conversar en voz alta sobre lo que había vivido dentro de aquel libro. Ensayé alguna vez un discurso y hubo quien me escuchó alumbrada pero el tiempo no me devolvió algo de ese tipo y me forzó a devolverlo.

Con el tiempo muy pocas ocasiones me volvieron a dar la chance de sentir lo que con el libro había sentido.  Percibí entonces que lo que me hacía recordar el libro era un estado de plenitud aumentado. Era la sensación que tuve haciendo una ultra-maratón, cuando me detuve, después de haber corrido 49 kilómetros, percibí lo importante que era estar quieto, lo importante que podía ser hacer lo que yo no hacía. La plenitud que me daba haber logrado un propósito difícil me dejaba en un desasosiego impactante. Advertía haciendo algo difícil que cualquier cosa es y no es importante. Que los discursos y los pensamientos son apenas una excusa entre sístole y sístole.  Que no había explicación valedera para absolutamente nada y que la experiencia de vivir era definitivamente incomprensible.

Mi vida transcurrió fuera de estas divagaciones filosóficas. Cuando los gustos y preferencias se alinearon sin generar deudas económicas pude confundirme como un nativo de este planeta. Mi gusto por los libros de historietas me llevó un día a encontrar la versión dibujada de aquel libro que en el centro del mundo me había hundido en mí y deshabitado.  Lo compré al instante y preparé un momento para encontrarme. Que penuria que da la segunda vez de algunas cosas. Tomé el libro que a cada hoja nada se parecía a lo que había yo transitado. Reconocía si algunos sucesos. Pero no había ni siquiera huellas o sugestiones de lo que yo había experimentado antes. Creí entonces que el autor, había hecho una versión libre y me había traicionado.  Corrí a internet a un lugar que reseñen el libro. La reseña era casi una copia de la historieta. En la reseña no había siquiera un atisbo de lo que había vivido al leerla, la vez primera. Busqué otras reseñas y todo no sirvió para nada.

De pronto estoy por ver un espectáculo de teatro que representa a la provincia de Mendoza. Sobre el escenario hay una una pantalla gigante que tiene una mosca. El título no me dice nada. Se apaga la luz y se enciende la pantalla. Solo aquellos que tienen una experiencia previa  advertirán que estamos frente a algo que sucederá en vivo y es un teatro de sombras moderno. Nada más alejado al teatro de sombras de antaño. He visto estas experiencias en otros lados y no me sorprende, de hecho fue 25 años atrás que se estreno Sin City dando a conocer este lenguaje que imita a la historieta, primero en el cine y ahora en el teatro.  Los colores plenos brillan  potentes y  los perfiles lo cuentan todo, imponen las sensaciones. El purismo logrado es imponente además he necesitado menos de un minuto para advertir que estoy frente a una nueva versión del libro que un cuarto de siglo atrás me había iluminado.

Quiero decirle a alguien que estamos viendo una versión teatral de un libro que me ha fascinado. Me dejo ir, hasta el final de la película. La propuesta tiene un prolijidad cartesiana. Cuenta la historia del libro que leí en teatro de sombras, pero no siento ni por asomo lo que sentí al leerlo. Al salir del teatro la gente que me cruzo afirma que se ha aburrido que no había manera de advertir que lo que estábamos viendo no había sido ya filmado. ¿Como diferenciar el hecho que no estábamos viendo una película? Los actores esperaron a último momento para aparecer. Al saludar no explican las razones por la que eligieron contar de este modo el libro que me había cautivado. Interrogo a mis compañeros, se aburrieron. No le interesó la historia. Quisiera que sepan que vimos una historia de Camus. Pero algo me dice que no vimos a Camus. O al menos no al Camus ese con que yo intimé en un libro. Ya la historieta como esta vez la obra de teatro parecen pregonar que Camus es aburrido. Albert Camus es aburridísimo y  tanto la obra como la historieta se limitaron a relatar la historia que sostiene al extranjero. 

No teniendo la soledad del cigarrillo, me alejo a pensar que ha pasado con los encuentros míos con ese libro. Entonces algo mio vuelve a Quito. Al momento de la lectura. A esa desazón. La desazón que el personaje vive.  El extranjero podría llamarse acaso el extraterrestre. Me pregunto ahora si la obra que leí y sentí fue la que Camus quiso escribir. Me niego a buscar la respuesta en internet de nuevo. Entonces me decido. Voy a escribir sobre esto. No tengo miedo a mis faltas de ortografía a mis errores de tiempo verbal o a la construcción gramática. Me hierve decir lo que siento sin que el filtro de la corrección me depure.

Voy a dejar aquí mi testimonio sobre el libro que leí una vez y llevaba de titulo «El extranjero» de Albert Camus.
El libro no trata de un hombre que va a enterrar a su madre después de atravesar el desierto, no trata de alguien que encuentra a una mujer con la que intima y que ya tenía una que le exigía que le diga que lo amase. No trata de un asesinato y mucho menos de un hombre que es sentenciado a muerte y toma aquello con desgano. Quizás  apenas esto último puede que sea algo. El extranjero trata sobre la desazón que da advertir los sin sentidos sociales. La repetición absurda y una repulsión a eso que se repite por razones impuestas y aleatorias y que no es más que la cultura. Escribo sobre esto para entender por que había dejado como adorno el libro de Camus sobre la mesa por tanto tiempo.  Lo hice porque advertí que yo era el extranjero. Yo no había hecho nada de lo que el personaje hubo hecho pero podría hacerlo. Ese ser también soy yo. O al menos en no más de un segundo podría serlo. El libro de Camus cuenta una historia pero la historia no importa lo que importa es el personaje dentro de un contexto complicado

donde a simple vista; explicar las acciones; es una perdida de tiempo.  El extranjero de Camus es la historia de alguien que se ha cansado de aparentar y va por primera vez  va a ejercer  ser libre aunque eso le implique que le corten la cabeza. El autor no explica esto que yo digo, esto esta escrito en blanco, con tinta invisible, solo algunos que lean el libro podrán entrar en este callejón oscuro. Lo que escribe Camus no puede explicarse. Indaga lo insondable del alma humana, su deterioro, su renuncia, es el segundo antes de que una guerra termine, es la mitad de una pandemia, es estar delante de la ruleta rusa sin espera y sin renuncia. Es algo así como un desasosiego.  El libro de Camus trata sobre algo muy complejo y es por eso que las versiones que he visto no han podido hacer nada. Dedicar tiempo a demostrar que nada tiene sentido y lograrlo es un espejo que se ve en espejo y piensa que aun duplicado no es nada. Solo Camus puede hacer eso. El libro «El Extranjero» está escrito para seres a los cuales el planeta tierra no les cae bien.  Son los que advierten que  están  y estarán solos en un mundo extraño, con reglas absurdas y que ha riesgo de todo han tomado finalmente la absurda decisión de  no hacer más lo mismo que todos.

16 comentarios

  1. Sergio, querido, todavia me acuerdo de la extraña sensacion fisica que dejo en mi la lectura del libro de Camus. Algo que nunca mas volvi a sentir en mi vida. Es lo que decis. Sin espera ni renuncia.

  2. Hoy.temprano.de.mañana tome.el libro de Camus para leerlo…sincronicidad..y que interesante verlo en sombras. .gracias

  3. Como siempre, para pensar qué vida llevamos y qué decidimos ser. Gracias Sergio.

  4. extranjero en mi tierra muestro en teatro de sombras antiguo, la historia de Moby Dick. Debo siempre hacer una síntesis del relato, ya que al contrario de lo que creía, muy pocos saben de qué se trata… Un abrazo amigo mío. Leerte siempre es un ventarrón para mi barquita.

  5. Bueno, no soy la única! hace muchos años, elegí El extranjero como libro-tema para un final, al terminar mi análisis, una profesora, amablemente me preguntó qué pensaba del personaje, qué había sentido al leerlo…le respondí que me identificaba con él, que muchos pasajes los había sentido míos, como si yo los hubiera escrito…. me miró con cara de asombro, se miraron los tres jurados y una me dijo:» pero es un sociópata! Cuidado, pensá bien lo que decís, hasta ahora venías muy bien…» Puse mi mejor sonrisa y dije: Por supuesto! me identifico con las situaciones sórdidas, no olvidemos que Camus es un existencialista, su visión de mundo puede parecernos absurda, pero es su posición filosófica. desde ese lugar puedo identificarme con el personaje de Meursault. Se miraron y firmaron la libreta con recelo… 10(diez) y yo saludé amablemente y salí… camino al subte miraba a mi alrededor y reproducía aquel tribunal, casi pude imaginarme pendulando con una soga al cuello cuando atravesé plaza Congreso. La vida me hizo repetir muchas veces esas respuestas «políticamente correctas» Saludos!

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