Por Juan Fernández
¿Cómo fue tu primer gran viaje, el que hiciste a África?
Con la llegada de la democracia pensaba que se iba a terminar la injusticia social, que antes eran todos contra todos y que entonces no iba a pasar nada más. Entonces empecé a hacer trabajos en las villas, alfabetización, pero con el tiempo me quedé solo haciendo todo eso. Terminé pensando en que el problema era la Argentina, que acá no se podía hacer nada y empecé a evaluar la posibilidad de irme. Íbamos a ir Nicaragua, pero era una moda en esa época y pensaba que iba a pasar lo mismo que acá. Entonces con un amigo, allá por el 88, dijimos ‘vámonos a África’. Pensábamos que allá íbamos a poder hacer algo, que por ahí nos iban a estar esperando. Mi amigo me dijo, por primera vez en mi vida, la palabra ‘Mozambique’, que era como la Cuba de África, porque había una revolución. Me tuve que emancipar y le pedí prestada la guita a mi viejo. Llegamos allá para participar de la revolución…y fue un fiasco (risas). Éramos dos pendejos y a las 24 horas ya nos estaba cargando todo el país. Pero para mí fue el viaje más importante de mi vida, ese fue EL viaje. Mi amigo se quedó dos semanas y se fue. Laburé de profesor de gimnasia por unos días porque no me podía quedar a dormir en la casa de los profesores, porque eran todos blancos de ojos celestes, ni en la escuela, porque eran todos negros. Alucinante, ¿no?, discriminado por marrón, es buenísimo. En África también aprendí a hacer fotografía y descubrí la verdad sobre las grandes organizaciones internacionales, lo patético que son esas personas. Pero siempre quise volver. Cuando me hice titiritero lo que más quería era ir a hacer funciones a Mozambique. Allá me creció el mundo, porque cuando estás en el fondo del pozo y mirás para arriba, ves a todos. África me cambió.
Ese fue el trampolín para Latinoamérica…
Si, de hecho yo hice el otro viaje porque fui a África. Porque me cansé de que me pregunten cómo era Latinoamérica y no saber qué responder. Los africanos sabían más que yo, que ni sabía dónde estaban los países. Ellos tienen una frase que siempre repiten: ‘África es África’. Y eso me quedó. Cuando me subí al avión para volver, entendí lo que decían y pensé: ‘África es África’.
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