Escritor, cineasta, actor, director, formador

Por los jeans de John Wayne

por Sergio Mercurio

por Sergio Mercurio

Ciertos pensamientos estaban reservados a los domingos cuando se encerraba en su galpón para crear explosivos utilizando pilas sulfatadas. Era petiso, católico y … explosivo. Su única desavenencia con las sagradas escrituras se basaba en que para él el todopoderoso no podía ser un simple alfarero, alguien que manipulando el barro generara la vida. Para él: Dios era un alquimista a los sumo un bioquímico. Los tiempos que pasó en la sección baterías de la General Motors como capataz, después de saber todo con respecto a la reparación, mantenimiento y preparación de baterías, le hizo aprovechando el despido, independizarse y esto que voy a contar. Era hosco y jetón, llevaba un labio bembón heredado de su madre y una espalda ancha vaya a saber de quien o por qué, con los últimos ahorros, compró un pasaje aéreo y se murmuró que en una escala resolvió un imprevisto inédito: resolvió el encendido del avión con las dos pilas que llevaba en su walkman pero no hay como comprobar cierta metáfora. Si se sabe porque hay fotos, que recorrió un tiempo los EEUU en un Farliane 71 y que por azar comenzó a comprar jeans usados, vaqueros Wranger, que pagó por minucias a campesinos del verdadero y actual oeste norteamericano. Una vez juntado una buena cantidad y gracias a su perspicacia comenzó a venderlos por una fortuna en el ascendente mercado Chino. La buenaventura en su labor lo hizo contactar y entablar una amistad con Lee Ching Zou, un magnate Chino de los fuegos artificiales, quien le ofreció un cheque en blanco caso diera con vaquero que Jhon Wayne uso en el film La diligencia. Sacci tomó el desafió y no hay como comprobar que no lo logró, lo comprueba una amistad que lo llevó a vivir en China donde se perfeccionó en el conocimiento de los fuegos artificiales y los métodos de explosión. No hay como corroborar su teoría de que el Apolo 13 necesitaba 15 pilas para arrancar. Hay una aura de historias ficcionales sobre la vida del excéntrico Ernesto Sacci.

Existe, según familiares, un vacío de 15 años sobre su paradero, finalmente en los finales de los años setenta reaparece en el taller del fondo de su casa donde descubre por azar una bomba de estruendo que tiene apenas una gran impacto sonoro. El explosivo debe ser lanzado contra un objeto macizo y ese choque lo hace estallar generando un sonido aterrador. Rápidamente advierte que esto puede ser una fuente de riqueza y percibe que puede producirlo en gran escala.

No pudo usufructuar de ningún modo su invento ya que el mismo ya había sido creado hacía tiempo y se llamaba rompeportones. Lo que sí hizo, y todos dan fe de ello, es tener un hijo que en las noches tormentosas tenía epilepsia, atraía los rayos y se iluminaba exactamente igual a como se iluminan algunas cosas que tardaría demasiado en explicar. Nadie lo sabe pero le hubiera gustado crear la bomba atómica con pilas y hacerla funcionar en la casa de su madre.

8 comentarios

  1. Muito Bom esse ser explosivo Ernesto Sacci…
    Buena escrita (treinar meu portunhol). Me lembrou Garcia Marques…
    Apenas uma pergunta: O que é pila?
    Aqui no Brasil era uma gíria usada para dar nome ao dinheiro… ( uma espécie de moeda inventada).
    Abraço meu amigo contador de boas histórias. Saudade! Do amigo Renato Perré.

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